“No diré adiós, estoy segura de que esto será un hasta luego”

La destituida mandataria habló de “la consumación de un golpe de Estado”

Tras bajar una rampa roja, Dilma Rousseff se posicionó detrás de la tribuna, deslizó una breve sonrisa y con la voz inquebrantable se dirigió a los brasileños: “No diré adiós, estoy segura de que esto será un hasta luego”. Con total serenidad, Rousseff miró a las cámaras que abarrotaban el palacio presidencial de Planalto y mantuvo el pulso, como si el Senado no hubiera terminado de votar su destitución por 61 votos a favor y 20 en contra. Pero Rousseff era consciente de que la Cámara alta la había despojado definitivamente del poder y, sin titubear, recalcó que con su destitución se había consumado un “golpe de Estado” en Brasil. En la entrada principal de su residencia, de espaldas a una alta pared de azulejos dorados, Rousseff, vestida con un traje rojo, cerró su historia como presidenta rodeada de sus más fieles escuderos.

En la imagen faltó su padrino y mentor político, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien se ubicó en un segundo plano, cediéndole todo el protagonismo a su pupila. Con una mano en el corazón y la otra sobre la barbilla, Lula mantuvo la mirada perdida en el infinito, visualizando la destitución de su ahijada y el fin de 13 años de poder del Partido de los Trabajadores (PT).

Mientras, Rousseff lo elogiaba, repasaba el legado del PT y desgranaba los logros conseguidos por ambos. “Cuando Lula consiguió el poder en 2003 llegamos al Gobierno cantando juntos, diciendo que nadie debía tener miedo de ser feliz, miedo de tener esperanza, porque muchas veces nosotros luchando conseguimos alcanzar la esperanza y transformarla en realidad”, recalcó la destituida mandataria.

Dilma también subrayó que su destitución constituye la consumación de un “golpe de Estado” en el país y convocó a una “enérgica, determinada y firme oposición a los golpistas”. “Es el segundo golpe de Estado que enfrento en la vida. Primero fue el militar (1964), que me afectó cuando era una joven militante; el segundo fue el parlamentario, que me derriba del cargo para el que fui elegida”, afirmó Rousseff, que fue separada temporalmente del poder en mayo y sustituida por su antiguo vicepresidente y ahora presidente de Brasil, Michel Temer.

“Hoy el Senado tomó una decisión que entra a la historia de las grandes injusticias: eligieron rasgar la Constitución; decidieron interrumpir el mandato de una presidenta que no cometió ningún crimen; condenaron a una inocente y consumaron un golpe parlamentario”, denunció en un enérgico discurso. El “golpe” fue consumado por políticos acusados de corrupción “que buscan huir de la Justicia tras haber sido derrotados en las últimas cuatro elecciones presidenciales”, agregó.

La ex mandataria convocó a sus 54 millones de electores (que la votaron en 2014) y a todos los brasileños que defienden la democracia y que se beneficiaron de los programas sociales del PT a luchar contra el Gobierno de Temer. Dilma se convirtió en la primera presidenta de la historia de Brasil tras ganar las elecciones de 2010 y fue reelegida cuatro años después para un segundo mandato que, tras su destitución, concluirá Temer, el 1 de enero de 2019.

Con la mudanza casi concluida, Rousseff deberá dejar la residencia que ocupa desde hace cinco años como máximo en 30 días y, a partir de ese momento, el “palacio” podría ser ocupado por el nuevo presidente de Brasil, Michel Temer, aunque el mandatario podría optar por quedarse en la casa que le fue otorgada cuando todavía era vicepresidente.

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