“Fue, es y será el gran amor de mi vida, lo extraño”

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Fue un miércoles a media tarde cuando Ricardo Torres Barboza salió por última vez de su casa, donde quedaron su mujer, Cintia, embarazada de tres meses y medios y su hijo de un año.

Antes habían almorzado en Plaza Moreno, luego de hacer trámites. “Yo estaba embarazada y tenía pérdidas. A la noche me llamaba a cada rato para saber cómo estaba”, dice.

Cintia, que hacía reposo en la cama por su embarazo, volvió a escuchar su voz a la noche, cuando hablaron por teléfono. Fue la última vez. “Cuando me desperté por la mañana me enteré por la televisión lo que había pasado. Estaba en la cama porque debía cuidarme y en esas horas hubo familiares que me cuidaron”, recuerda.

“Hasta hace muy poco lo esperaba. Imaginaba su voz diciendo ´gorda ahí voy´. Pero ya no regresa”, lamenta la mujer que hoy supera por poco los 30 años y con voz quebrada declara: “fue, es y será el gran amor de mi vida. Lo extraño, lo lloro todas las noches. Me tenía en una caja de cristal y quería que cuidara y criara a nuestros hijos. Nunca discutimos porque nos complementábamos. Fueron años de alegría y sueños de progreso en familia”.

El dolor se hace más intenso en estos días: “Cada año, empieza octubre y estoy en el punto cero. Me vuelvo a preguntar por qué y para qué pasó todo esto. Son sentimientos horribles. Me gustaría que todos los jefes que estuvieron en el velorio hace diez años y los que están ahora, las autoridades, pudieran explicarnos qué pasó”.

La mujer, que también es policía, se pregunta “cómo pudo hacer lo que hizo Casetti, si conocía a Ricardo y a Vatalaro desde que estuvieron en la escuela de Policía. Mientras mis hijos se quedaron sin su papá, él tiene una hija a la que puede ver, aún estando en la cárcel. Yo la he visto junto a su mujer. Nos cruzamos en la puerta de un mercado. La última vez ya no pude soportarlo”.

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