Un callado embajador de la pampa

Por M.O.

No hubo forma de que hiciera pública su apreciación. Era graduada en Ciencias Naturales y una reconocida especialista en el tema del arbolado público de La Plata. Allá por los ´80 recurrió a este diario para reclamar por la posible extracción de un valioso Ginkgo Bilova plantado en la plaza Belgrano. Su testimonio fue tan enérgico y fundamentado que logró detener a las motosierras.

Ella mantenía entonces una hipótesis sobre los tres enormes y antiguos ombúes de la plaza Italia. Los había estudiado en detalle y, en base a alguna documentación que la avalaba y a las comparaciones que había realizado, sostenía que esos ombúes preexistían a La Plata. Es decir, que ya daban sombra antes de 1882. Eran anteriores a la fundación de la Ciudad.

Estaba segura de que cuando se diagramó la plaza Italia, los ombúes ya crecían allí. Y que, inclusive, había sido decisión de los propios fundadores, dejar ese predio tal como estaba, sin despojarlo de su vegetación nativa. Se sabe –porque existen montes de ombúes en muchos sitios- que pueden tener una vida de más de dos siglos.

Cuando hace treinta años la docente transmitió ese dato a un cronista de este diario, al mismo tiempo pidió que no se lo hiciera público. “No tengo la certeza científica que determine con exactitud la edad de esos ejemplares de plaza Italia. Todavía no se ha definido si los ombúes son árboles, arbustos o hierbas gigantes. Su madera no tiene anillos centrales, no se puede determinar la antigüedad...” alegaba, para defender la reserva de esa información.

Aquella profesional murió tempranamente, hace diez años. Y se llevó con ella el enigma de los ombúes de plaza Italia. Es decir, si preexistían o no a la llegada de Dardo Rocha y los fundadores.

Se sabe que a fines de 2012 se dispuso la extracción de dos de esos ombúes –dicen que eran más jóvenes que el que subsistió, seguramente hijos del primitivo ejemplar que cayó anteayer- motivada en que estaban “levantando el piso” y en que “dañaban la instalación eléctrica de la luminarias”.

Los ombúes de plaza Italia remitían, con sólo verlos, a imágenes de la llanura pampeana. “Buenos Aires, ¡patria hermosa!,/ tiene la pampa grandiosa; / la pampa tiene el ombú”, dicen unos recordados versos de Luis L. Domínguez. Y al lado de ese último ombú sobreviviente de plaza Italia, ¿cómo, cualquiera, no iba a imaginar la infaltable presencia de un gaucho, descansando de una larga cabalgata y acaso rasgueando una guitarra?

Murió de pie, como corresponde, sólo abatido por una de estas tormentas que se vienen ensañando extrañamente con la Ciudad en los últimos años. Fue un callado embajador de la pampa en esta ciudad geométrica. Le dio sombra a numerosas generaciones de platenses y no será olvidado.

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