Cambiar o seguir por este camino
Edición Impresa | 29 de Agosto de 2017 | 04:54

Por MARCELO CARIGNANO
El histórico y por demás meritorio tercer puesto que el seleccionado argentino de rugby obtuvo en el Mundial de Francia de 2007 -que incluyó dos victorias ante el anfitrión y candidato-, fue el último paso de una camada de enormes jugadores y de un estilo particular de juego, a la vez que funcionó como un kick off para el ingreso a los torneos donde compiten las tres potencias del hemisferio sur: Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia.
Aquél equipo encabezado por Agustín Pichot, Mario Ledesma, Felipe Contepomi, Carlos Ignacio Fernández Lobbe y Patricio Albacete; tenía un sistema de juego basado en la defensa física y el poderío de los forwards, con apariciones de individualidades que rompían el molde.
Tras ese hito, la transición tardía del plantel, la elección de un head coach sin experiencia como Santiago Phelan, y la brusca separación de Albacete del equipo, fueron duros golpes de los cuales costó mucho recuperarse.
Con altos y bajos, el ciclo de “Tati” Phelan introdujo la necesidad de implementar un sistema de juego acorde al lugar que Los Pumas se habían ganado, pero para el que quizás no estuvieran preparados. La premisa fue siempre la misma: el proceso para ser mejor no necesita valerse de resultados, o, mejor dicho, la victoria no debe ser el principal y único medio para lograrlo. En este sentido, lo que debe analizarse es la forma, y aquí es donde se debe poner el foco de la discusión.
LA LLEGADA A LOS TORNEOS DE ELITE
Tres años después del bronce francés, los Pampas XV, un combinado de jóvenes jugadores argentinos, desembarcaría en el rugby sudafricano para competir en la Vodacom Cup y luego en el Pacific Rugby, con el objetivo de comenzar a formar un estilo propio que sería luego aplicado al seleccionado mayor. En sintonía, se implementó el Plan de Alto Rendimiento (PlaDAR) de la UAR, una suerte de incentivo que haría las veces de introducción al profesionalismo.
De 2010 a 2015 se obtuvieron tres campeonatos de manera invicta (2011 en la Vodacom, 2014 y 2015 en el Pacific Rugby), y lo más importante fue que se creó una sólida base que, de forma gradual, se convertiría en Los Pumas de hoy.
Los buenos resultados de ese primer experimento impulsaron dos grandes cambios. Uno fue el arribo de Daniel Hourcade -responsable de los Pampas XV- al banco de la Selección. El otro, fue el Rugby Championship.
En 2012, Argentina consiguió ingresar en el torneo más importante del rugby, el Tres Naciones, que luego mudaría su nombre. El objetivo de seguir creciendo y evolucionar el juego avanzaba a toda marcha. Hasta ese momento, la competencia de Los Pumas se reducía a algunos pocos test matches dispersos en el año, y ahora debería preparar la temporada sabiendo que disputaría seis partidos nada menos que ante Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica.
Sin embargo, los números en estos cinco años no son buenos en cuanto a resultados. En 23 partidos, Argentina logró imponerse solamente en tres (dos ante los Springboks y uno ante los Wallabies), empatar uno y perder los restantes 19, con un saldo negativo de 302 tantos en contra.
Ahora bien, ¿cómo se perdió?. Ésta es la pregunta que es indispensable hacer. El nivel de los rivales auguraba resultados negativos, empero, es difícil construir un análisis de progreso ante un saldo tan desfavorable.
Luego, en 2016, llegaría el turno del profesionalismo con Los Jaguares, la universidad del secundario que habían sido los Pampas XV. Dinámica, velocidad en la descarga, destreza individual, son algunas de las características que poseen todos los jugadores que se desempeñan en el Super Rugby, incluidos pilares y segundas líneas, quienes están más asociados al golpe o a la disputa en formaciones fijas.
La decisión de no contar con los rugbiers que se desempeñan en las ligas europeas, sin embargo, no arrojó hasta el momento resultados positivos. El fundamento incluso parece débil, habida cuenta que el profesionalismo deportivo debería cubrir la capacidad de adaptarse a distintos sistemas.
La base de jugadores con la que cuentan naciones donde el rugby es el primer deporte no es la misma que la que posee Argentina, donde el fútbol y el básquet se ubican primero y segundo en preferencia. Por ello, la UAR no puede darse el lujo de desestimar a jugadores de primer nivel como Facundo Isa, Juan Imhoff, Benjamín Urdapilleta, Manuel Carizza o Juan Figallo, por mencionar sólo algunos.
UN ASESOR DEL SUR
Para el sistema que Los Pumas quieren implementar, la guía de un técnico sudafricano, australiano o neocelandés resulta indispensable. Un claro ejemplo fue la inclusión de Mario Ledesma en el grupo del head coach de Australia, Michael Cheika, para mejorar el scrum, o de Gonzalo Quesada en Francia, para perfeccionar la técnica de los pateadores. Incluso Phelan tuvo a Graham Henry como asesor entre 2012 y 2013, el arquitecto de las destrezas que se ven hoy en el campo albiceleste.
Queda entonces preguntarse si había que tomar el ascensor o seguir escalón a escalón, proyectando un cimiento profesional más amplio, con entrenadores de experiencia y de cualquier nacionalidad.
Hay cansancio mental y físico en Los Pumas/Jaguares. Se observa en la toma de decisiones, en la indisciplina constante, en las derrotas ante equipos de menor nivel. No es posible competir de igual a igual con una potencia si se comete el doble de penales, que muchas veces decantan en tarjetas.
Se evolucionó en algunos aspectos del juego a la vez que hubo desajustes en facetas clave. El scrum es tal vez la cara más visible de este retroceso, si bien hay otras.
Con todo, aún hay tiempo para cambiar o reformular determinaciones que no parecen acertadas, porque en definitiva se busca lo mismo: el crecimiento del rugby argentino.
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