Lo mejor y lo peor de la gran final

Tras semejante suceso deportivo, los ecos en diversas latitudes permanecen en actividad por horas y horas. La final más grande de la historia de la Copa Libertadores de América dejó todo. Y en direcciones opuestas. Hubo belleza futbolística, gestos altruistas y otros que rozaron lo soez y resultan a todas luces condenables.

Fue un evento tan grande, casi inabarcable, que resulta una misión trabajosa escoger acciones o hechos puntuales a destacar, tanto por lo bueno como por lo malo, puesto se sucedió una catarata interminable de acciones noticiables.

Del lado de Boca se pasó de la euforia a la tristeza más profunda y en River de la preocupación extrema al festejo infinito. Fue el Superclásico más grande de la historia y casi todos estuvieron a la altura.

¿Quiénes quedaron en deuda? En primer lugar los encargados de impartir justicia. El árbitro principal, el oriental Andrés Cunha, no estuvo a la altura del extraordinario espectáculo. Tuvo errores groseros, como el penal no cobrado en perjuicio de Pratto o la no expulsión de Pablo Pérez y otros menos trascendentes para el trámite, aunque no por ello irrelevantes. Redondeó un trabajo para el olvido y puso de manifiesto lo que todos sospechaban: la Súper Final era demasiado para su capacidad.

entre la comprensión y el desborde

La mayoría de los hinchas que participaron de la fiesta del Bernabéu tuvieron un comportamiento ejemplar. Tanto los residentes argentinos en Europa como los que viajaron desde nuestro país, armaron una gran fiesta en la previa, durante el partido y, los de River, en el post partido. Casi no hubo desmanes.

Diferente fue la historia, lamentablemente, en nuestro país. La fiesta del Obelisco terminó de manera caótica por los desbordes protagonizados por un grupo de violentos que empañó el notable comportamiento de la gran mayoría. Fue otra mancha para todo lo que rodeó al accionar de los hinchas en torno a estas Súper Finales.