Festín para cinéfilos: la escena de la ducha de “Psicosis”, diseccionada en un documental de Netflix
Edición Impresa | 15 de Febrero de 2018 | 02:28

Pedro Garay
La maestría y la febril obsesión de Alfred Hitchcock se concentraron, a la hora de filmar “Psicosis” en una escena que le llevaría 78 tomas, 52 cortes y una semana, un tercio del total del rodaje, para una escena de 45 segundos. Pero había método en aquella locura: aquel mítico fragmento del filme de 1960 se convertiría en parte del inconsciente colectivo, que replica los célebres chirridos de la música de Bernard Herrmann aún sin haber visto la seminal escena de la ducha.
Hablar de películas, con pasión, exceso de datos, vehemencia y necedad, es parte de ser cinéfilo: a ese juego de niños se prestan, en “78/52”, el festín cinéfilo documental que llegó a Netflix y presenta un divertido y obsesivo debate sobre la escena de la ducha de la cinta de Hitchcock, a cargo de figuras como Guillermo del Toro, Peter Bogdanovich y Jamie Lee Curtis, la hija de Janet Leigh, la protagonista bajo asalto en la mítica ducha del Motel Bates.
Leigh es una de las claves para entender lo rupturista de la escena. Por entonces una consagrada estrella de cine, la actriz es establecida como la heroína de la película para morir tras apenas un tercio de la cinta y dar lugar al verdadero eje de la cinta, Norman Bates: el documental reconstruye, capa por capa, el estallido de los sentidos que implicó, en 1960, para los espectadores, descubrir que Janet Leigh, heroína, rubia y hermosa, no llegaba al final.
Pero Leigh es uno de los tantos hilos de los que tira el director del documental, Alexandre O. Philippe (realizador del también excelente “Doc of the Dead”, que puede verse en la plataforma Purga), para diseccionar una escena inagotable: la forma del relato, la sorpresa de la muerte de la gran estrella del filme resultó menos conmocionante para la época que la forma estilizada, voyeurística e intensa en que Leigh es acuchillada. Hoy, tras un millón de imitaciones, el impacto puede resultar menor: pero en 1960, cuenta Bogdanovich, se sintió violado.
Y si esa fue la reacción de un hombre, solo se puede imaginar la de una mujer, en los años 60, al ver por primera vez en el gran cine su cuerpo desnudo de protección, atacado e indefenso (en rigor, la doble de Leigh nunca muestra su desnudez: Hitchcock editó la escena de tal manera que es el espectador el que imagina que vio lo que no vio, lo cual dice mucho de la audiencia). Para la cineasta Karyn Kusama, entrevistada en el filme de Philippe, “la escena es la primera expresión moderna del cuerpo femenino bajo asalto”. Algunos leyeron la escena como un acto de violencia misógina; otros, como una crítica a esa violencia. Otras hipótesis afirman que la violencia se ejerció contra el espectador, contra la familia tipo y sus expectativas, saliendo de unos 50 marcados por la vida idílica y suburbana (“no estás seguro”, le decía Hitch a Bogdanovich, al espectador medio, justo cuando la Guerra Fría comenzaba a calentarse): así de amplio y contradictorio es el debate que entusiasma a los protagonistas del documental, una celebración del cine, pero también la cinefilia, del entusiasmo por discutir sobre cine, y del mismo acto de ir al cine, de esa emoción de descubrir algo en la pantalla grande.
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