Cajeros automáticos que son sinónimo de trastornos

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Desde hace ya muchos años, el servicio que prestan los cajeros automáticos -en especial los del Banco Provincia- generan trastornos a los usuarios interesados en operar con ellos. Las filas frente a los cajeros se han convertido en una postal de la Ciudad, sobre todo a inicios de cada mes cuando corren las fechas de cobro de sueldos y jubilaciones, así como durante las vísperas y el transcurso de algún feriado largo. Se trata, por cierto, de una deficiencia impropia que incide sobre la vida y economía de millones de personas.

En esta oportunidad, según se indicó, la situación podría verse agravada sensiblemente por el paro que realizarán hoy los empleados bancarios, precedido por similar medida de fuerza aplicada ayer por los empleados del Banco Provincia. A esa situación, se suman los feriados de Carnaval, previéndose así la eventualidad de que existan serias dificultades para hacerse de efectivo durante casi una semana. Cabe señalar que el propio Banco se ha encargado de reconocer el problema, cursándoles a sus clientes sugerencias para que en estas jornadas puedan retirar dinero en comercios adheridos a su tarjeta de débito.

En el caso de los clientes delBapro que intentan retirar dinero de cajeros automáticos de otras entidades, existe un tope máximo de retiro, fijado desde hace tiempo en 2000 pesos por día, una suma que –por la desvalorización- para muchos resulta menor a la que necesitaría para enfrentar sus obligaciones. Daría la impresión de que los organizadores del sistema de cajeros automáticos ignoran o se desentienden de las previsibles mayores demandas de dinero que, invariablemente, se van a registrar en determinadas épocas del mes o en festividades y que, por ello, no se ajustan las recargas de dinero a las fluctuaciones que impone el calendario.

Armarse de paciencia, apostar a que se produzcan recargas azarosas, decidir -aquellos que cuentan con un medio de transporte propio- realizar una gira por otros cajeros para ver si la suerte les hace un guiño, forman parte de las ciertamente desoladoras alternativas que deben enfrentar miles de personas, cautivas de un sistema que les retiene injustamente sus dineros y que no se los entrega cuando más lo requieren.

El problema es recurrente y se plantea desde hace tantos años que, ciertamente, cuesta entender cómo las autoridades bancarias no lo advierten y encuentran una fórmula eficaz para evitar que se reitere. A menos que no se tenga la intención de resolver esta cuestión, con lo cual las conclusiones no sólo podrían ser otras sino que obligarían a reclamar de los organismos de contralor una investigación más detenida y exhaustiva.

Como se ha dicho insistentemente aquí, el sistema de cajeros que fue previsto como una alternativa para darle mayor agilidad al sistema bancario, no debería exhibir falencias que, lamentablemente, perjudican la confiabilidad de esa alternativa y se traducen en perjuicios injustificados para quienes se encuentran adheridos.

Se sabe que una gran porción de los clientes y usuarios de este servicio están forzados a manejarse con el sistema de cajeros, porque el pago de sueldos a través de ellos es obligatorio para un gran número de empresas y organismos públicos. No se trata, entonces, de una opción que haya hecho el usuario sino de una imposición. Con más razón entonces el servicio debería tener un estándar de eficacia garantizado.

 

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