Un genio emocional

Edición Impresa

Por IGNACIO ANDRADA (*)
Twitter: @iandrada

Tan joven y tan viejo. Tan bien y tan mal. Tan ganador y tan perdedor. Son caras de una misma moneda, moneda que Juan Martín Del Potro ve continuamente girando en el aire.

Los últimos años del tandilense estuvieron plagados de altos y bajos, de victorias y fracasos, de lesiones y triunfos.

¿Cómo puede una mente normal mantener la calma ante tanto cambio y adversidad? El cara o seca pasó a formar parte de la vida Juan Martín .

Tres temporadas perdió por las cirugías en sus muñecas (una en la derecha, tres en la izquierda). A mediados de 2015 casi anuncia su retiro, pero en 2016 la moneda giró y ganó la Copa Davis, algo nunca antes logrado por Argentina.

Evidentemente estamos hablando de una mentalidad fuerte como una roca, pero tan dócil como el junco, que a pesar de los fuertes vientos sabe encontrar la suficiente flexibilidad para mantenerse en pie.

Ese es Juan Martín Del Potro, que si bien brilla con su “arsenal de destrucción masiva”, gran altura, terrible saque y un “martillazo” de derecha (quizá la mejor del circuito); su mejor virtud es intangible, no se mide en velocidad ni en arte biomecánico, definitivamente su “arma mortal” es su cabeza, su mentalidad.

El domingo frente a Roger Federer, en la final de Indian Wells, resultó ser una clase abierta de cómo superar momentos críticos en un partido. Mantuvo la calma la mayor parte del tiempo.

La comunicación no verbal es un tipo de lenguaje corporal, que los seres humanos utilizan para “transmitir mensajes”. En la mayoría de casos de forma inconsciente, pero el argentino es un maestro en este arte. Luce un tranco cansino y rostro imperturbable, a pesar de la altísima tensión que generan ciertos pasajes del encuentro.

En los momentos de mayor presión le pega más fuerte a la pelota y sus golpes son más certeros, marcando así la diferencia entre un buen jugador y aquellos catalogados como “distintos”. Juan Martín pertenece a la elite de jugadores que pueden ganarle en una final a Roger Federer, el jugador más grande de toda la historia del tenis. Eso no es poca cosa.

Si bien el campeón del US Open 2009 nunca fue un convencido de trabajar con psicólogos, tuvo un corto período de entrenamiento con Pablo Pécora, un profesional con mucha experiencia que trabajó, entre otros con Gastón Gaudio

Ahora recurrió al licenciado Juan José Grande, psicólogo deportivo, que lo ayudó en estos últimos meses donde el tandilense sufrió la separación a mediados de febrero de su pareja Jimena Barón y la muerte hace diez días de su mascota “ “César””, un perro terranova negro de 10 años, al cual Delpo le dedicó el triunfo al escribir el nombre del animal con un corazón en la cámara de la transmisión televisiva.

Evidentemente estamos hablando de una mentalidad fuerte como una roca, pero tan dócil como el junco”

 

Grande asegura que “un partido de tenis es una pulseada anímica. Eso no es algo simpático. Cuando el otro se equivoca, el tenista grita con fervor un ‘¡Vamos!’ y debe mostrar cierto placer por la equivocación ajena. Por eso el tenis, emocionalmente, no es para cualquiera”

Y vaya que hubo emociones el domingo en el Indian Wells Tennis Garden. Federer, el número 1 del mundo, sacó 5 a 4 y 40-15 en el tercer set. Todo hacía indicar que el pleito estaba definido a su favor, pero a partir de ahí otro juego dio comienzo: el partido emocional.

Desde ese momento al final del match se jugaron 26 puntos, de los cuales el tandilense gano 17, el 65 por ciento.

En cambio, Federer metió solo 5 de sus primeros 16 saques e hizo 2 doble faltas en el tie-break, algo increíble en un jugador de su categoría.

Lo contrario para Delpo que lució sólido con su revés tanto cruzado como paralelo y siguió inclinando la balanza a su favor tanto con el saque como con la derecha.

En el marcador y en el juego el trámite fue muy parejo, la diferencia estuvo en la mente de Juan Martín Del Potro. Un genio emocional.

 

(*) Ex jugador profesional y entrenador de tenis.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE