Uno de cada diez chicos vive en hogares con trabas para acceder a los alimentos

El dato surge de un estudio de la Universidad Católica Argentina. Especialistas que trabajan en barrios platenses hablan de un fuerte deterioro en la dieta de los hogares vulnerables. Otras carencias frecuentes

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Omar Giménez

ogimenez@eldia.com

Cada vez más deteriorada. Así perciben a la dieta de los hogares más vulnerables de La Plata aquellos que a diario trabajan en los barrios platenses más castigados por la pobreza: si hasta no hace mucho, y como estrategia, muchas de esas familias habían reemplazado algunos cortes de carne por otros más baratos (alas de pollo, carne picada) y había crecido el consumo de farináceos (harinas, fideos) y de guisos en detrimento de opciones más nutritivas, ahora lo que se nota no es el reemplazo, sino el faltante de algunos alimentos.

“Notamos un deterioro en la nutrición de los hogares más vulnerables”, dice Celeste Furlotti, nutricionista y coordinadora del Centro Conin que trabaja en la prevención de la desnutrición en Ringuelet y agrega: “uno de los indicadores de esta desmejora es que la bolsa de alimentos que entregamos a las familias de los chicos que están en el programa -y que mayoritariamente llegaron a él por desnutrición- les alcanzaba hasta hace algunos meses para cubrir una semana entera. Y actualmente cubren con ella entre tres o cuatro días”.

Para la especialista, la razón detrás de este menor rendimiento es que la bolsa actuaba como complemento de los alimentos que cada familia adquiría con sus propios recursos y que ahora son menos que meses atrás.

El dato está en sintonía con otro que aparece en un informe dado a conocer la última semana por la Universidad Católica Argentina, que estimó que durante 2017 uno de cada diez chicos residió en un hogar “vulnerable en términos de acceso a los alimentos”.

Este indicador mostró un alza de 8,7% a 9,6% entre 2016 y 2017.

El informe, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de esa entidad, alerta sobre el crecimiento de la pobreza estructural entre los chicos en todo el país.

Según las conclusiones del trabajo, más de 6 de cada 10 chicos son estructuralmente pobres en la Argentina, lo que equivale a 7.930.000 niños de hasta 17 años.

Este número implica el crecimiento de dos puntos en la pobreza estructural de los chicos entre 2016 y 2017. Así, en 2017 la cantidad de chicos estructuralmente pobres creció de 60,5%, a 62,5% (7.680.000) en un año.

La comparación se hizo usando la misma metodología que se había utilizado en 2016. Pero el Observatorio también desarrolló para 2017 una nueva metodología que permitió medir la pobreza estructural entre los más chicos a partir de un índice multidimensional que tiene en cuenta factores como la alimentación, el saneamiento , la vivienda, la salud, la información (acceso a libros, teléfonos o Internet) , la educación y la estimulación.

Según la metodología nueva, durante 2017 un 5,9% de los jóvenes estuvieron privados en cuatro o más dimensiones; 12%, en tres dimensiones; 18,4%, en dos dimensiones, y 28,7%, en una dimensión.

Otros datos del informe indican, en este sentido, que en 2017 30% de los niños y adolescentes vivían en casas precarias, el déficit en el ejercicio de salud alcanzó al 23% de los chicos, el 19% registró privaciones en el espacio de la educación y casi un 19,5% de los niños tuvo problemas para acceder a tecnologías de la información.

Además, del estudio surge que el 24,7% de la infancia carece de acceso a agua de red y/o inodoro con descarga en el interior de su vivienda.

En la región

Para quienes trabajan a diario en zonas vulnerables de barrios como Ringuelet y Los Hornos la vulnerabilidad de los chicos en situación de pobreza suele reconocer distintas dimensiones.

“El niño que entra a un programa de prevención de la desnutrición infantil suele llegar bombardeado por una serie de factores que afectan su calidad de vida y que tienen un impacto especial en esa franja de edad que va de los 0 a los 5 años, esos mil días que representan la ´primavera del cerebro´ en los que el crecimiento neuronal es más veloz”, dice Celeste Furlotti.

Entre esos factores que impactan negativamente en la calidad de vida de los chicos se destacan la situación de hacinamiento en viviendas precarias donde el acceso a los servicios es limitado, las dificultades para el acceso a la salud y a la educación y la falta de estímulos.

“Aunque en algunos barrios como Ringuelet mejoró un poco la situación habitacional a partir de la construcción de nuevas viviendas, el hacinamiento es un problema frecuente y con un alto impacto en la calidad de vida de los chicos de barrios vulnerables. Y es un problema que tiene otras derivaciones igualmente negativas. En un hogar con hacinamiento, donde vive la familia extendida, se desdibujan los roles: la madre es madre y a la vez hija y tía. Los chicos carecen de un espacio propio y a veces responden a apodos o a nombres que no son los mismos con los que se les llama en el jardín, lo que afecta su autoestima y su autopercepción”, dice Silvia Valenzuela Escobar, trabajadora social y coordinadora del centro CONIN de Los Hornos, donde se trabaja en la prevención de la desnutrición con 43 chicos de hasta 5 años.

Otra característica de los hogares en situación de vulnerabilidad es la falta de hábitos que afectan a la distribución horaria de las comidas. En ese contexto en muchos hogares se hace una comida menos al día. Y el principal afectado es el almuerzo.

Para esos chicos, además, en ocasiones se ve demorado el acceso a la salud, ya que muchas veces las unidades sanitarias carecen de personal o tienen equipos incompletos, por lo que deben recurrir a hospitales aún por causas menores. Al mismo tiempo, en el caso de los hermanos más grandes, se dan casos de abandono de la escuela a edades tempranas a raíz de carencias tales como la de no contar con útiles escolares.

El informe de la UCA indica, además, que el 20,5% de los chicos argentinos no tiene una ropa nueva para vestir en su armario. Esto es algo muy común también entre los chicos de barrios vulnerables platenses.

“Muchos usan ropas de sus hermanos o reciben donaciones. Pero, en concreto, y ante otras urgencias, la ropa deja de ser una prioridad de las familias. Y esta situación también tiene un impacto sobre la autoestima”, indica Furlotti.

Más de 6 de cada 10 chicos son estructuralmente pobres en la Argentina

 

 

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