Un genio terrenal que acerca con su simpleza y cordialidad

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Al volante, como cuando manejó por las calles de Buenos Aires junto a Linda en su primera visita al país, Paul McCartney se muestra como es: un hombre común al que no le pesa la mochila de ser la superestrella que cambió el rumbo de la música moderna. Como cualquiera, puede conducir, cantar, reír, emocionarse, pero por sobre todas las cosas darle espacio al otro, dejarlo ser (Let it be) y no tener la necesidad constante de plantarse como la figura del momento. Los pequeños detalles, los recuerdos, los rituales de la infancia y los familiares, la vuelta al viejo hogar y el contacto respetuoso de sus fans, a la distancia justa para no sentir el acoso, lo devolvieron a un estado idílico que todos percibimos del otro lado de la pantalla. No hizo falta explicar nada. Sólo sentir. Los genios pueden ser terrenales y dejarnos ser parte de su grandeza.

 

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