En la Ciudad fue todo tristeza
Edición Impresa | 1 de Julio de 2018 | 07:44

Por FERNANDO ALEGRE
LAUTARO SEGURA
No fue un sábado más en la ciudad de La Plata. A las 10 de la mañana todos se levantaron con la ilusión de que la Selección Argentina se imponga ante Francia y se meta en los cuartos de final del Mundial de Rusia 2018. Las panaderías se convirtieron las divas desde temprano, ya que las facturas y los bizcochitos fueron la compañía de gran parte de los platenses. Una vez que empezó el encuentro, las calles quedaron vacías y solamente se veía moviento en la Plaza Moreno, en donde nuevamente cientas de personas desafiaron un clima adverso y alentaron a la Albiceleste desde la pantalla gigante que instaló la Muncipalidad.
La fiesta en el centro geográfico de la Ciudad tuvo de todo en la previa: caras pintadas, banderas, cornetas y papelitos. La introducción del himno se tarareó con alma y vida y, antes de que el juez marque el inicio, sonó uno de los hits clásicos cada vez que juega el seleccionado nacional: “¡Vamos, vamos, Argentina...!”.
Los primeros minutos se vivieron con nerviosísmo, más aún cuando la pantalla gigante se quedó en negro por unos instantes. El primer tanto francés cayó como un baldazo de agua fría, pero el golazo de Ángel Di María encendió el aliento y agigantó la ilusión de los presentes. En el entretiempo, mientras se sorteaban camisetas y pelotas, se respiraba clima de optimismo.
El gol de rebote de Gabriel Mercado se gritó con alma y vida, que repercutió además en cada esquina de la Ciudad. Aquellos que estaban mirando el partido sentados en el piso se levantaron y agitaron lo que tenían a mano. “¡Así sí, Argentina!”, gritó un señor con el puño levantado mientras la pantalla repetía el 2-1 albiceleste.
Se estaba viviendo un sueño en la Plaza Moreno pero, el francés Benjamin Pavard, despertó a todos los presentes y los trajo de nuevo a la realidad. Minutos más tarde, cuando Kylian Mbappé colocó el 3-2 y 4-2, el silencio fue el protagonista.
A falta de diez minutos comenzaron a aparecer las primeras lágrimas y caras largas, pero el inesperado tanto se Sergio Agüero encendió una mínima ilusión. “¡Ahí está!”, se escuchó a lo lejos en la última jugada del partido, en donde el conjunto albiceleste estuvo cerca de conseguir el milagro.
APLAUSOS Y LLANTO
Ni bien terminó el partido se escucharon aplausos en la Plaza Moreno. A pesar de la tristeza, hubo reconocimiento al esfuerzo hecho por los jugadores en la caída ante Francia. Luego, fue todo desazón.
Muchos se tiraron al piso a descargar lo que sentían con un llanto. Los abrazos contenedores aparecieron por todos lados. Algunos se retiraron en silencio, sin decir una palabra, mientras que otros largaron algún que otro insulto al aire. Los nenes de entre 3 y 5 años presentes, que no entendían mucho lo que ocurría, seguían corriendo detrás de pelotas con la frescura que los caracteriza. Final de una nueva ilusión mundialista en la Ciudad. A esperar para que empiece una nueva.
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