Diputado ultraderechista se lanza a la campaña presidencial en Brasil

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Río de Janeiro

El diputado ultraderechista Jair Bolsonaro enarboló las banderas de la honestidad y la moralidad para “rescatar” a un Brasil hundido en la corrupción, al lanzar ayer su candidatura para las elecciones presidenciales del 7 de octubre, donde las encuestas indican que llegará a la segunda vuelta.

“Mi candidatura es una misión. Si estoy aquí es porque creo en ustedes, y si ustedes están aquí es porque creen en Brasil”, proclamó Bolsonaro durante la convención del Partido Social Liberal (PSL) en Río de Janeiro, donde unos 3.000 seguidores lo vivaron al grito de “¡Mito, mito!”.

Este ex capitán del Ejército y nostálgico de la dictadura militar (1964-85) se presenta como una opción de renovación, como un político sincero, adicto a las redes sociales y alejado de la vieja forma de hacer política. “Sé la incomodidad que estoy causando al ‘establishment’. Soy el patito feo de esta historia, pero estoy seguro que seremos bonitos en breve”, proclamó el diputado, de 63 años, acompañado por su esposa y sus hijos, la mayoría también políticos.

TONO CONCILIADOR

Conocido por sus exabruptos racistas, misóginos y homofóbicos, Bolsonaro mostró ayer un tono más conciliador y se explayó a favor de las mujeres y de la “igualdad”, que para él no pasa por cupos o por un trato diferenciado a la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales). Apelando a la mano dura, a legalizar la portación de armas para hacer frente a la violencia y a tener a militares en su gobierno, Bolsonaro hizo gala también de su “honestidad” al confesar que no entiende de “muchas cosas”.

Se comprometió a impulsar una economía abierta al mercado y con privatizaciones -incluso de “brazos” de Petrobras- bajo la batuta de su asesor, el economista ultraliberal Paulo Guedes, también presente en el acto.

Sin embargo, un elefante blanco planeó en la proclamación del segundo candidato con más intenciones de votos después del encarcelado ex mandatario Lula: Bolsonaro aún no tiene vicepresidente.

El diputado, cristiano confeso, ha recibido ya dos “no” de los candidatos que él quería. Y aunque ayer estuvo sentado en la tribuna junto a la abogada Janaina Paschoal, una de las impulsoras del juicio político a Dilma Rousseff en 2016, ella dijo que aún reflexiona sobre la invitación.

El discurso de Paschoal, muy crítico con los gobiernos de izquierda de Lula y Rousseff, enfrió el ambiente al apelar al movimiento que lidera Bolsonaro: “No se gana una elección con pensamiento único, ni se gobierna con pensamiento único”.

El público que se acercó al centro de convenciones era heterodoxo: conservadores evangélicos, personas de clase media, policías y militares, y hasta habitantes de favelas hartos de los tiroteos en sus barrios.

Muchos ven en Bolsonaro al hombre fuerte y con “ficha limpia” capaz de rescatar a un país hundido en la crisis económica y social, y hastiado de la corrupción que en los últimos años puso en el banquillo de los acusados o a la cárcel a decenas de dirigentes de partidos de izquierda a derecha.

Bolsonaro tiene garantizados más votos hoy que ningún otro candidato, a excepción de Lula, preso por corrupción desde hace cuatro meses, y cuya candidatura será muy probablemente invalidada.

Pero eso no es suficiente para ganar los comicios más imprevisibles de la historia moderna de Brasil.

El ex militar parece haber tocado un techo, pese a haber conseguido vencer las reservas de varios sectores sociales, incluyendo los medios empresariales. Bolsonaro no logra llegar al 20% de intenciones de voto, incluso en escenarios que no cuentan con Lula. En simulaciones de segunda vuelta, el diputado sería derrotado por todos los candidatos, según Datafolha. (AFP y EFE)

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