Conigliaro, a 50 años de la primera final del mundo: “Ganarle a Manchester fue la frutilla del postre”

Un 25 de septiembre, pero de 1968, Estudiantes dio un paso clave para quedarse con la Intercontinental. ¿El gol? El entrevistado

Edición Impresa

Por MARTÍN CABRERA
mcabrera@eldia.com

“Fue ayer”. Así empezó la charla con Marcos Conigliaro, el autor del gol -hace 50 años- que le dio a Estudiantes la victoria 1-0 sobre Manchester United, por la primera final de la Intercontinental. El 25 de septiembre de 1968, en la cancha de Boca, el Pincha empezó a escribir la historia más gloriosa de su historia.

“Fue la culminación de todo un proceso que se había iniciado tiempo atrás, con la llegada de Osvaldo (Zubeldía), el partido contra Platense, la final ganada a Racing y la primera copa Libertadores. Lo de a Manchester fue la frutilla del postre”, arrancó con la charla este hombre nacido en Quilmes hace 75 años.

“Fue una satisfacción enorme, ¿sabés por qué? Porque éramos los mismos que habíamos empezado el proceso, primero tratando de salvar a Estudiantes del descenso. Llegamos varios jugadores y nos sumamos a los que subían de la Tercera. El primer objetivo era salir entre los seis primeros y unos años después éramos campeones del mundo”, agregó Conigliaro, que desde hace más de una década vive en Santa Fe.

“En mi gol saltamos todos a cabecear: jugadores, hinchas y dirigentes”

 

-Sin tu gol Estudiantes no hubiese sido campeón del mundo...

-(se ríe) Es verdad. Media copa es mía y la otra es de la Bruja. Mi gol fue un gol que cabeceamos todos.

-¿Por qué?

-Porque saltamos varios y no tengo dudas que mis compañeros, los hinchas en la cancha y quienes lo vieron por TV saltaron igual que yo o al menos hicieron el gesto.

-¿Alguna vez saltaste tan alto?

-No sé, pero le entré con justeza. Fue el mejor cabezazo de mi vida.

-¿Cómo fue?

-Córner de Ribaudo, saltó Togneri delante mío para hacer una cortina y yo aparecí por atrás. Es fácil contarlo pero lo trabajamos mucho. No fue un gol más, fue el que necesitábamos. Nos sacamos algo de encima.

-La sensación aquella noche era que la diferencia no iba a alcanzar. ¿Ustedes qué pensaban?

-Ellos saltaban y festejaban. Nosotros estábamos con algo de bronca porque podríamos haber sacado más diferencia. Pero habíamos ganado. Me acuerdo que Carlos (Bilardo) se paró del asiento del micro y gritó ‘miren que ganamos nosotros, eh’. Nosotros estábamos acostumbrados a las difíciles y a ganar afuera.

-¿Cómo fue la espera para la segunda final?

-Éramos jóvenes, pero Osvaldo (Zubeldía) nos había dado un lugar importante. Formamos un grupo muy fuerte. Viajamos como 10 días antes a Lymm, donde no la pasamos del todo bien, pero el final fue feliz.

“Después del partido ellos festejaban. Carlos gritó ‘miren que ganamos nosotros, eh’

 

-¿Por qué no la pasaron bien?

-Porque el clima fue tenso. Nos tiraron piedras y nos hicieron sentir el rigor. La clave fue el día anterior al partido: salimos a caminar por el pueblo y lo vimos a Bobby Charlton jugando al golf. Entonces nos dimos cuenta que no había tanta locura. Su capitán estaba jugando al golf y nosotros llevábamos dos meses concentrados. No se nos podía escapar.

-¿Cómo vivió Zubeldía esos días previos?

-Igual que siempre. Cuando el tipo que está delante tuyo te habla claro y con autoridad, transmite confianza. Entramos tranquilos a la cancha. Teníamos mucha seguridad porque lo que él decía se cumplía siempre.

-Más que nunca ¿ese equipo fue un equipo de verdad?

-No tengas dudas. Confiábamos todos en todos. Siempre codo a codo, desde la primera final hasta la última. No hacía falta hablarnos, nos entendíamos. La anécdota de Pacha es la más gráfica.

-¿Qué le pasó?

-Pachamé discutió con Carlos (Bilardo) en la semifinal de la Libertadores 1968. Carlos era insoportable en los partidos. Hablaba mucho. Esa noche le dio demasiadas indicaciones, hasta que Pache le pegó una cachetada. Y lo echaron. Se fue al vestuario y se hizo cargo de la derrota de esa noche. El tipo agarró el bolso y salió caminando porque entendía que nos había fallado. Lo levantamos por la avenida Calchaquí. Subió al colectivo y nadie le dijo nada. Él tampoco. No hacía falta. El peor castigo que pudo tener él fue la derrota del equipo. Nosotros no teníamos nada para decirle. También nos pasó en el partido contra Platense, cuando escuchábamos los gritos de (Omar) Labrunaque gritaba “les tenemos que hacer seis”, cuando se habían puesto 3-1. Se lo dimos vuelta.

-¿Ese partido fue el más importante del proceso?

-Sí, fue la bisagra.

“El único recuerdo que tenía de la copa era una medalla que doné a los chicos de Malvinas”

 

-¿Si te pido destacar a un jugador, se puede?

-Es muy difícil, pero el que más despertaba era la Bruja (Verón). Pero mi seguridad era Poletti. Y en medio había mucho, que raspaban...

-¿Quién era más bravo?

-En los entrenamientos siempre trataba de jugar para el equipo de Aguirre Suárez (risas)... El tucumano era bravo, pero Pachamé y el Tato Medina no se quedaban atrás.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE