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Séptimo Día |LA CUMBIA, EL CHAMAMÉ, LA CHACARERA, EL CANDOMBE, EL VALSECITO, LA MILONGA CAMPERA

Todo lo popular es culto

La mayor parte del cancionero popular argentino, salvo el tango, le apunta a la alegría. Dos casos paradigmáticos: Alberto Castillo, que terminó asimilado por el rock nacional, y Antonio Tormo. La gracia de muchas coplas anónimas

Todo lo popular es culto

Alberto Castillo

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

20 de Enero de 2019 | 10:08
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Pese a la influencia del tango canción, cuyas letras son más bien lastimeras y cantan dramas íntimos –que tanto representan a nuestra idiosincrasia-, la mayor parte del cancionero popular argentino le apunta a la alegría. Allí están la cumbia, el chamamé, el cielito, el cuándo, el gato, el escondido, la chacarera, los carnavalitos, el candombe, el valsecito, la milonga campera, cruzados ahora con el rock nacional

Coplas aforísticas, decidoras, llenas de sana picardía, sin embargo tratadas por buena parte de la cátedra como si fueran baratijas del habla marginal. Pero quien quiera saber de qué se trata realmente, puede consultar los libros de académicos serios y bien templados, como Pedro Barcia, Sergio Pujol, Horacio Salas y otros que en sus textos rescatan y ensalzan este “cante jondo” no quejumbroso y tan vital del idioma argentino. Aún cuando resultaría erróneo desvalorizar la vigencia universal del tango.

En este enero que corre, en los horizontes de las periferias, se escuchan ya los lejanos bombos y tamboriles de las comparsas que todavía ensayan y pretenden recobrar al Carnaval. Salen de allá no sólo las murgas bailadoras, sino los cantos que, pese a su aparente pobreza conceptual, quedan grabados para siempre en la memoria de la población.

Hace más de medio siglo una desvencijada camioneta Ford recorría con un parlante las calles de tierra del pueblo y propalaba un hit argentino de la posguerra: “Por cuatro días locos/ que vamos a vivir/ Por cuatro días locos/ Que vamos a vivir/ Por cuatro días locos/Te tenés que divertir...”.

La voz angulada era de Alberto Castillo y la letra de Rodolfo Sciamarella. Esa canción –que se oyó desde Salta a Tierra del Fuego durante décadas- se atrevió a desafiar una de las esencias doctrinarias del tango, que es la de rendir tributo compasivo al malevo abandonado por la mina. Decía así una de las coplas siguientes: “Si en la ruleta usted patina/ O si la mina se las tomó/ No llore hermano por el espiante/Olvide y cante como hago yo”. Y la camioneta Ford convocaba los vecinos a ver esa noche a Castillo en las tablas precarias e inolvidables del Atlético Juvenil Club.

Castillo, el de los cien barrios porteños, el de la voz arrabalera que antes de los 40 se había recibido de médico en la Universidad Nacional de La Plata, terminó asimilado en los 90 por el rock nacional y grabó con Los Auténtico Decadentes el festivo candombe “Siga el baile”.

Alberto Castillo, terminó asimilado con el rock nacional y grabó con los Decadentes

 

La letra no puede ser más clara: “Siga el baile, siga el baile/ de la tierra en que nací/ la cumparsa de los negros/ al compás del tamboril./ Siga el baile, siga el baile/ con ardiente frenesí/ la cumparsa de los negros/ al compás del tamboril./ Ven a bailar/ te llevaré en las alas/ de mi loca fantasía./ Quiero olvidar/ con besos nuestras penas/ torbellino de alegría./ Siga el baile, siga el baile/ de la tierra en que nací/ la cumparsa de los negros/ al compás del tamboril.

Hubo una época sin internet y sin televisión. En esa extendida inocencia colectiva también arrobaban las canciones de Antonio Tormo. Por ejemplo, la del “Rancho e la Cambicha”, escrita en 1950 por Mario Millán Medina, cuyas cuatro primeras coplas no pueden dejar de rescatarse: “Esta noche que hay baile/en el rancho e’ la cambicha,/ chamamé de sobrepaso/ tangueadito bailaré/ Chamamé milongueado/ al estilo oriental,/ troteando despacito/ como bailan los tagüé./ Al compás de acordeona/ bailaré el rasguido doble,/troteando despacito/ este doble chamamé./Y esta noche de alegría/ con la dama más mejor/ en el rancho e’ la cambicha/al trotecito tanguearé”.

¿O cómo olvidar, también de Tormo, con letra de Ivo Pelay, la tan cantada “Canción del Linyera”, que decía así: “Cuando se asoma alegre el sol sobre los campos del Talar/ junto a las vías, van los linyeras/ llevando como el caracol la casa a cuestas y al azar/ van los gitanos todos los días.../ Ellos no saben de dolor y en cada boca hay un cantar/ y a gritos dicen sus alegrías/indiferentes al amor/ y en el eterno trajinar, al viento dicen melancolías./ Cuando se asoma alegre el sol sobre los campos del Talar/ van los linyeras todos los días/ y al pasar se oye a un peón entonar esta canción:/ Linyera soy, corro el mundo/ y no sé adónde voy,/ linyera soy, lo que gano/ lo gasto, lo doy./No sé llorar, ni en la vida/ deseo triunfar.../No tengo norte, no tengo guía.../para mi, todo es igual...”. Las radios eléctricas reproducían esos versos por encima de las medianeras.

Alegría, una constante en esos versos populares. En las casas de familias, en los grupos de amigos, los aforismos corrientes hacían también sonreír. Cuando algún familiar o conocido avisaba que se iba a casar, sus parientes y amigos solían ponerse a cantar –en forma irónica- la suntuosa Marcha Nupcial de Wagner, pero con esta letra: “No te casés/ pensalo bien/ que el matrimonio/ es una estupidez...”.

Un viejo canto popular de 1893, cuya letra con algunas variaciones compuso Aberto Vacarezza y que grabó Carlos Gardel en 1926, decía: “No me tires con la tapa de la olla/ Porque se abolla, porque se abolla/ No me tires con la tapa e’ la tinaja/Porque se raja/ Por la mitad..”. Esa letra se utilizaba hace seis o siete décadas para concluir con sonrisas algunas discusiones domésticas.

LA CATEDRA

Quien quiera profundizar puede hacerlo en “Canciones Argentinas” (Emecé) el muy completo libro escrito por Sergio Pujol. Allí se investigan las letras de canciones escritas en el período que va de 1910 a 2010, buscando en esa revisión centenaria las constantes que caracterizan al cancionero argentino, poniendo el foco en el tango, folclore, rock y en las composiciones románticas como el bolero.

Hay referencias valiosas, inesperadas, en ese libro difícil de hallar. Así Pujol reseña que “en 1919, una revista porteña encuestó a sus lectores para saber si el tango era indecente o no. La mayoría contestó que sí”.

Pujol considera fundacionales a las primeras décadas del siglo pasado: “Hay como un pasaje de iniciación de la sociedad argentina a medios y formas culturales que todavía no estaban plenamente desarrolladas. Por ejemplo, la industria discográfica, o el teatro. O el cine (Nobleza Gaucha, el gran éxito, es de 1916). Todo eso a partir de los 20 tiene un crecimiento exponencial. Y ya hay una producción cultural destinada a un nuevo mercado, esa sociedad de mixtura de criollos con poco más del 50 por ciento de la población inmigrante”, dijo en una entrevista.

Las letras y canciones populares argentinas compiten con el material que llega del extranjero, en especial del poderío musical y literario del arte musical de los Estados Unidos. Canaro, Mores, De Caro están en el tango y, enfrente o junto a ellos, René Cóspito importa el jazz. Pero además campea en ese ambiente una suerte de discriminación entre dos comovisiones: la culta y la popular.

Con su poderío idiomático y etimológico, Pedro Barcia resuelve en pocas palabras uno de los mayores dilemas que enfrentaron los argentinos, distendidos entre estilos diversos. Así en una entrevista que ofreció a Clarín dijo que “No hay que confundir la oposición de culto a popular: todo es culto, lo popular es de un nivel y lo letrado de otro”.

Todo lo popular es culto. Así lo entendió también Ernesto Sábado, cerrado admirador de Alberto Castillo: “es nuestro intérprete más fidedigno”, decía el escritor. A uno de los últimos cumpleaños del autor de “El Tunel” asistieron, especialmente invitados, Alberto Castillo y Vicentico, el arreglador de Los Fabulosos Cadillac.

EN LA OTRA ORILLA

Este fenómeno de convivencia se vivió –y se sigue viviendo ahora, con mucha intensidad- en la otra orilla rioplatense, la del Uruguay. Allí ha crecido ahora, como nunca antes, la tradición de la murga, tal vez el género más popular de los orientales. Ahora las murgas estarán en Montevideo y en todo el “paisito” preparándose para el venidero Carnaval y se alzarán escenarios en todas partes.

Se sabe que las letras de las murgas remedan a las similares de Tenerife, las Canarias y Las Palmas, y se las define como una suerte de operetas que combinan letras de humor y de protesta, con un marco muy colorido en los vestuarios y maquillajes.

La tradicional murga cuenta en la actualidad con intérpretes sobresalientes

 

Con una fuerte tradición que arranca a principios del siglo XX, la murga cuenta en la actualidad con intérpretes sobresalientes. Uno de ellos es Tabaré Cardozo, una suerte de Zitarrosa actualizado, con mucha fusión de lo contemporáneo en su música y letra, casi un rockero. Cualquiera puede verlo por youtube y será difícil que quien lo haga no se convierta en un seguidor de este artista.

Canta Cardozo esta letra bien uruguaya por lo popular: “A marcha camión/ marcha camión,/viento en la cara,/ rebeldía de no tener/ nunca el viento a favor./ A marcha camión / sabiduría,/ la consigna de mantener/ luz en el corazón./ Calla la murga,/ guarda silencio en el costado,/ guarda en la zurda/ su amor..”.

¿Lo popular no llega al Colón? Este interrogante es falso. A partir de 1920 iluminaron ese escenario tangueros como Julio De Caro, Raúl de los Hoyos, Francisco Canaro, Roberto Firpo, Osvaldo Fresedo, Juan D`Arienzo, Alfredo De Angelis, Hector Varela, Edmundo Rivero, Virginia Luque, Roberto Goyeneche, Astor Piazzolla, Mariano Mores y muchos más.

¿Y del folklore? En el Colón actuaron Los Fronterizos, Ariel Ramìrez, Los hermanos Abalos, Eduardo Falú, Mercedes Sosa, Zamba Quipildor, Antonio Tarragó Ros, Ramona Galarza, Los Chalchaleros y tantos otros más como Lucía Galán, Sandra Mihanovich, Marcela Morelo, María Marta Serra Lima, Patricia Sosa, Valeria Lynch y María Graña.

Si a lo popular se le abre una puerta –aún la que parezca más inaccesible- entra y se queda para siempre.

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