“Emi está”, dicen en su pueblo, donde aún esperan el milagro

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Cada vez que regresaba de vacaciones desde Europa a Progreso, el pueblo de Argentina donde vivió hasta los 16 años, el futbolista Emiliano Sala pasaba a ser “Emi”, como en la infancia. “No era Sala el jugador, era Emi. Era uno más, andaba en bici, como cuando era chico”, cuenta Diego Solís, técnico del delantero entre los 13 y los 15 años en el club San Martín.

En Progreso, una localidad de 3.000 habitantes en la provincia de Santa Fe, norte de Argentina, donde todos lo conocen, sus familiares y amigos no terminan de dar crédito de lo ocurrido.

“Para mí ‘el Emi’ está, dentro de poco aparece y entra a la cancha en la Premier”, señala.

En el pequeño pueblo santafecino, aún esperan que Sala aparezca con vida.

Arropada por los vecinos y amigos de Sala, la familia del delantero aguarda por buenas noticias. “Hay algo más de esperanza. Va a aparecer pronto y va estar bien”, dice Molteri, amigo de la infancia, que lleva una camiseta del Burdeos que le regaló Sala. En el pueblo siguen abrazando una esperanza.

 

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