El triunfo de Kicillof y la supuesta reivindicación a la que apuesta Cristina

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Por: Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

El domingo último, cuando le tocó hablar desde el escenario en el que se festejó por el resultado electoral, Cristina Kirchner regaló un discurso cuya parte más emotiva fue la siguiente: “Estoy muy contenta de que, quien fuera primero mi viceministro de Economía y después mi ministro, hoy sea el nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Es para mí un inmenso orgullo y creanme, también, que lo siento como un reconocimiento político, que lo es por cierto”. Se refería, claro, a la figura de Axel Kicillof.

Esas palabras en el momento de la euforia vinieron a confirmar lo que todo el mundillo político sabe: la postulación de Kicillof en tierra bonaerense, a la que recién se está acostumbrando él mismo, reconoce la autoría intelectual de la ex presidenta. Axel fue “su” ministro de Economía. Un actor político que “no es” de los barones del peronismo provincial, “no es” de La Campora, tampoco del jefe de Estado electo, Alberto Fernández.

Fue una jugada política de Cristina que debieron aceptar todos los antes mencionados, entre otros motivos, porque medía bien en las encuestas.

En el Instituto Patria admiten lo que la propia Cristina puso en palabras la noche de las elecciones: el triunfo de Kicillof, más que el de Alberto a nivel nacional, es para ella una suerte de reivindicación de la gente de la Provincia a su gestión de dos períodos en la Casa Rosada. La última, especialmente, fue la más endeble desde lo económico y fue la que piloteó Kicillof, en medio de una lluvia de críticas de la entonces oposición que luego sería gobierno.

Esto es así porque en el Patria nunca aceptaron que la llegada al poder de Cambiemos, en 2015, se debió, entre otros motivos, al rechazo de vastos sectores sociales a la era kirchnerista. Como si hubiera sido un “error” electoral. O, como dicen aún hoy los militantes cristinistas más fanáticos, por un “engaño” que compró la gente. La crisis económica y sus coletazos sociales, además, sólo reforzó esta creencia casi religiosa.

La vicepresidenta electa pareció decir en su discurso del domingo que el verdadero ADN cristinista en la próxima etapa de oficialismo peronista que arrancará el 10 de diciembre, estará en la casa de gobierno de La Plata. Y por ende, en términos territoriales, en la estratégica Provincia de Buenos Aires.

Fuentes del PJ cuentan que Cristina imaginaría a Axel como su más cabal heredero político, la pieza principal que lo lleve a encabezar, en algún momento no tan lejano, un proyecto nacional que reflote y aggiorne la épica K de los años en que ella gobernaba.

Cristina no sólo es una agradecida por los servicios prestados por Kicillof durante su gobierno, del que se fue sin escándalos de corrupción, sino que además respeta su formación académica.

De arranque se notaron diferencias de estilo con Alberto F. Como relató este diario, el enfervorizado discurso de Kicillof en la noche electoral, criticando el estado en que según él recibirá la Provincia, practicamente opacó al del presidente electo. Acaso lo sorprendió.

Más allá de los gestos formales (Kicillof habló con Vidal y acordaron reuniones para la transición) en Cambiemos sienten que la rispidez del interlocutor que tienen enfrente hará más dificil el camino previo al traspaso formal del mando.

Axel parece querer replicar, a una escala mayor, aquel veredicto de Vidal respecto a la gestión de Daniel Scioli cuando éste le cedió el mando. “La Provincia está quebrada”, lo fusiló la dama al ex motonauta hace cuatro años. “Esto es tierra arrasada” dice ahora Kicillof de lo que deja la gobernadora.

Cristina, aseguran en el PJ, sería la gran motorizadora de esa dureza para diferenciarse de “los que se van”.

La agrupación La Cámpora, que responde a Cristina antes que a Alberto, será una suerte de aliada y protectora de Kicillof en eventuales disputas políticas que puedan brotar en el peronismo bonaerense. De hecho, es muy probable que dirigentes camporistas integren el próximo gabinete provincial en lugares importantes.

No es un acuerdo firmado en papel en el mundo peronista kirchnerista pero habría un principio de entendimiento entre los integrantes de la fórmula presidencial ganadora: Alberto procuraría armar política en base a acuerdos con los gobernadores del PJ mientras que la ex presidenta optaría por volcar toda su energía e influencia en la Provincia, donde su hijo Máximo -diputado electo por el distrito- tendrá un papel determinante.

A los camporistas no les gusta hablar de un “repliegue” a la Provincia pero en fuentes de ese espacio se comenta que, en efecto, ya se están elevando pedidos al gobernador electo.

Es que Axel, en verdad, carece de depliegue territorial propio. Su gente más allegada, la de confianza, entra en un sólo cuarto. No es aún un dirigente que tenga punteros a cargo, o que solvente unidades básicas, o que ejerza liderazgo sobre intendentes o legisladores a la usanza justicialista del Conurbano. Ese que se llega a practicar luego de años de presencia en el territorio, desde la micro militancia inicial y juvenil hasta la obtención de algún cargo electivo inicial para luego ir escalanado. De hecho, eso es lo que lo hizo distinto al resto de la oferta electoral del PJ: llegó sin historia en el distrito. Probablemente haya sido su fuerte.

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