“Los Sonámbulos” y “South Mountain”
| 16 de Noviembre de 2019 | 17:59

Los Sonámbulos de Paula Hernández
Sin dudas la escena inicial resulta inquietante. En mitad de la noche, Érica Rivas se despierta y ve a su hija desnuda, de pie en medio del living, paralizada, con la mirada perdida y sangrando. Pronto descubrimos que su hija padece de sonambulismo y que ha llegado su primera menstruación. Se está haciendo grande.
Lo que sigue a continuación, sorprendentemente no parece tener mucho que ver con este inicio. La idea del sonambulismo parece ya quedar atrás y no estar más presente. No aparece casi ningún sonámbulo más que intervenga verdaderamente en la trama.
La película en realidad muestra las vivencias de una familia, Érica Rivas, su esposo e hija, que van de visita a la casa de la suegra para las fiestas de fin de año. Allí se cruzan con los típicos problemas familiares, económicos y hasta amorosos. La llegada de un joven primo, un poco descarriado y ausente durante algunos años, pondrá en tensión a la familia y en peligro a la pequeña hija, que está enamorada perdidamente de él. Con algunos aires a La Ciénaga y La Niña Santa, pero sólo desde una idea narrativa y no desde lo estrictamente audiovisual, lo que más se destaca es la excelente actuación de Érica Rivas que se lleva por delante todo y deja en segundo plano lo que no haya llegado a funcionar en la película.
South Mountain de Hilary Brougher
Lila vive con su esposo y sus tres hijas en su casa de la montaña. Ella está preocupada porque sus hijas fueron a caminar a las cascadas y no vuelven, y él está encerrando en su cuarto. Dice que está trabajando, que no se preocupe por las niñas que ya van a volver. Pero vemos que mira en directo un parto de una mujer desconocida a través del celular. ¿Es médico? ¿Trabaja de partero a distancia? ¿Por qué se emociona tanto cuando finalmente nace el bebé? Es que en realidad el esposo tiene otra pareja, y ahora, otra familia. Él decide entonces separarse de Lila, ella lo sufre, se niega, pero parece ser lo más conveniente. Pero pronto sabemos que nada era nuevo para ella. Al parecer, él ya se había ido de casa una vez, y con esta misma mujer con el que tuvo el hijo, pero decidió volver para intentarlo de nuevo con Lila. Es más, resulta que la hija más grande en realidad no es hija de Lila, sino de un matrimonio anterior de su esposo del que quedó viudo, que a la vez ella había sido su mejor amiga. Lo que parece en principio un común adulterio se va transformando en una metáfora de lo complicadas que son las relaciones amorosas. Idas y vueltas. Cansarse e intentarlo de nuevo. Enamorarse, desenamorarse. Acostarse, aburrirse, volver a acostarse.
Lila, su esposo e hijas intentarán resolver cómo estructuran la nueva situación y de qué manera afrontarán los roles que les tocaron en suerte. La directora de Innocence (2013) lo muestra con una honestidad tal que hace cotidiano y decididamente real cada situación que en un principio creíamos extraordinaria. Sin exageraciones dramáticas, sin gritos desbocados, Hilary Brougher lo lleva todo al terreno de las emociones más transitadas por todos nosotros, a lo verdadero, a terreno firme, a las pequeñas tragedias que agobian nuestro día a día.
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