Primeras jornadas de calor que obligan a adoptar previsiones

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La llegada de las primeras jornadas con muy elevadas temperaturas –los platenses y la Región vivieron ayer un día con temperaturas superiores a los 30 grados- en una situación que podría prolongarse, obliga a que la población tenga presente y atienda las recomendaciones médicas necesarias para no sufrir los efectos propios del intenso calor. Esta situación se vuelve especialmente crítica ante personas que viven en condiciones precarias, a las que los organismos responsables debieran asistir.

Si bien se está lejos de una continuidad de jornadas con marcas superlativas, que años atrás obligaron a la Municipalidad a decretar el alerta amarillo como primer grado de riesgo, aunque en algunas ciudades cercanas, como la de Buenos Aires, llegó al naranja, el salto de la temperatura y de la sensación térmica registrado ayer obliga a tomar previsiones y levantar la guardia.

Tal como ocurre cada vez que se presentan estas circunstancias se recomienda a la población tomar mucha agua durante el día; consumir preferentemente alimentos frescos como frutas y verduras; evitar las bebidas alcohólicas muy dulces y las infusiones calientes, entre otras medidas.

Asimismo, se sugiere siempre prestar mucha atención a la hidratación, utilizar ropas frescas y claras, y en especial mantener cuidados con adultos mayores, niños y personas con enfermedades crónicas. En cuanto a los lactantes y niños pequeños se recomienda darles el pecho con más frecuencia, hacerlos beber agua fresca y mantenerlos en lugares frescos y ventilados.

Sin embargo, se sabe también que el calor puede afectar también a todas las personas saludables y no sólo a los grupos de riesgo. Bien se conoce que el golpe de calor es la primera y más grave consecuencia de las altas temperaturas, aunque, desde luego, los resultados pueden ser más severo cuando los afectados son bebés, niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas.

Desde las áreas médicas se ha insistido siempre en prevenir esta grave alternativa con hidratación permanente –incluso si no se tiene sed-; ropa liviana; dejar de exponerse al sol entre las 10 y las 16 y no realizar actividad física de alto impacto.

Se destaca también que las señales del golpe de calor varían de una persona a otra, pero suelen incluir una temperatura corporal extremadamente elevada -por encima de 39.5 grados-, dolor de cabeza, náuseas, mareo y piel enrojecida, caliente y sin sudor.

Sin embargo, es evidente que en muchos casos, por ejemplo, las simples exposiciones solares, además de impulsar mecanismos de prevención –olvidados o pocas veces puestos en práctica- y de eventual tratamiento, el Estado debería ocuparse de modificar estructuralmente el hábitat muchas veces inhumano, en el que viven miles de niños y ancianos obligados por las circunstancias.

Se habla en estos casos de familias numerosas, integradas muchas veces por habitantes que carecen de las mínimas posibilidades para acceder a condiciones de vida más dignas, en situaciones que no colaboran precisamente para que puedan adoptar recaudos preventivos mínimos. Es allí donde también los organismos del Estado deben concentrar hoy la mayor atención.

 

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