Las tres erres en la moda real: reciclar, reutilizar y reformar

Las reinas y reyes europeos se suman cada vez más a la tendencia de usar sus trajes más de una vez, y en algunas ocasiones, recurren al guardarropas familiar para rescatar modelos antiguos y convertirlos en piezas vintage

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Por VIRGINIA BLONDEAU

vivirbien@eldia.com

Lejos quedaron los tiempos en que las damas de alcurnia se vanagloriaban de no haber repetido jamás un vestido. El derroche, por fin, dejó de ser sinónimo de glamour y la influencia de los movimientos ecologistas llegó a la moda.

El diseñador Lorenzo Caprile, uno de los elegidos por las infantas españolas y la reina Letizia, dice que la moda, por el tratamiento que se da a las telas, los tintes y el desperdicio, es una de las industrias más contaminantes.

Reciclar, reutilizar y reformar prendas de exquisita calidad, en lugar de dejarlas dormir en los vestidores de palacios, es una tendencia que creció en los últimos años.

El maravilloso vestido mostaza de un solo hombro que la reina Máxima estrenó con motivo de la fiesta de sus 40 años pudimos verlo en tres o cuatro ocasiones más. Con cinturón, sin cinturón, con cambio de accesorios, siempre le sienta espectacular y hubiera sido una pena que esa pieza de alta costura del diseñador holandés Jan Taminiau hubiera quedado en el armario.

Y Máxima se atrevió a más: en 2014 sorprendió con un vestido verde que había sido estrenado por su suegra, la entonces reina Beatriz de los Países Bajos, en 1981. Le quedaba corto, demasiado tal vez. Pero los holandeses quedaron encantados y decodificaron perfectamente el mensaje: nuestra nueva reina será extranjera, será consorte, no tendrá ningún peso político pero sabe que está donde está por el gran trabajo de una reina que supo ganarse el respeto de su pueblo. Y así la homenajeaba.

La reina Letizia de España la imitó en dos ocasiones el año pasado. Para el cumpleaños del rey Juan Carlos posó con un vestido de calle a rayas y, para una gala, usó un vestido de cóctel rojo con mangas abullonadas, ambos lucidos por su suegra, la reina Sofía, en la década del 80. Los dos daban a Letizia un aire demasiado vintage. Y es que la moda de dicha década fue, tal vez, la más cruel y menos sentadora de todos los tiempos. Pero la elección significó una cachetada a la prensa amarilla española, tan proclive a inventar (y descubrir, justo es decirlo) desavenencias entre suegra y nuera.

En Luxemburgo es, quizás, donde más en serio se cultiva el arte de la reutilización. Parecen tener una especie de “vestiteca” a la que recurren todas las damas de la familia cuando se acerca una gala. Así es como vemos hijas, primas, sobrinas, incluso algunas de la corte de Bélgica o Liechtenstein con trajes y faldas que ya fueron vistas años atrás en los cuerpos de sus propias tías, madres e, incluso, abuelas.

Eso sí, la Gran Duquesa María Teresa de Luxemburgo tiene prioridad absoluta y, aunque recicla, también estrena. Su hijo, y heredero del Gran Ducado, se casó en 2012 con la duquesa belga Estefanía de Lannoy. Culta, simpática y bien ubicada, pero sin el más mínimo sentido de la moda y el glamour. Puede ser que no le interese y sería muy válido: las princesas no son modelo de pasarela, la excesiva frivolidad no va con el cargo. Pero la repetición constante de vestidos de su suegra, como Cenicienta usando la ropa de las hermanastras, no la deja brillar.

Si bien en Gran Bretaña no tienen la costumbre de “prestarse ropa”, la princesa real Ana, hija de la reina Isabel II, es famosa por utilizar sus trajes una y otra vez. Lo cierto es que Ana es un ícono de atemporalidad. Se viste hoy, a sus casi 70, igual que a los 30 y puede alardear de haber mantenido las mismas medidas. Es cierto que a veces parece Mary Poppins pero su segura personalidad la salva de todo ridículo.

Y es de familia: su hermano, el príncipe Carlos, gran defensor del medioambiente, cuenta orgulloso que jamás tira un traje. Si se rasga, lo remienda; si le quedó grande, lo manda a ajustar. Y es que los sastres ingleses no tienen comparación. En ningún evento de ninguna casa real veremos hombres a los que los jacquets calcen tan perfectos como a los aristócratas ingleses.

Los pequeños príncipes también se suman al reciclado: es común ver a los nietos de los reyes de Suecia con conjuntos que usaron sus padres cuando niños. Es verdad que lucen como de otra época pero sabemos que la ropa habla y nada mejor que trasmitir, en esas fotos que recorren el mundo, tradición y continuidad, valores tan caros para la institución monárquica.

 

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