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La Ciudad |De la facultad de “puertas abiertas” al temor de la deserción en masa

Entre clases superpobladas y fuertes polémicas, Medicina encara otro año con ingreso irrestricto

De 2016 a 2019 el número de inscriptos saltó de 396 a 3.992. Los estudiantes cursan cada vez menos horas y en algunas cátedras se sientan en el piso. Polémicas modificaciones en el régimen de promoción y un tema que preocupa: la formación de los futuros médicos

Entre clases superpobladas y fuertes polémicas, Medicina encara otro año con ingreso irrestricto

Más de mil alumnos escucharon la clase inaugural de la cátedra de Anatomía B. Algunos sentados en el piso; otros se quedaron afuera/ G. Mainoldi

Jorge Garay

Jorge Garay
jgaray@eldia.com

17 de Marzo de 2019 | 03:36
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Viernes, 14 horas. En el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) el profesor Julio Hijano dicta la clase inaugural de Anatomía B, una de las tres cátedras en las que se divide esta materia medular del primer año. Lo escuchan más de mil alumnos, entre los más de 4.500 que, según se calcula, la cursan. La mayoría son ingresantes, varios recursantes y, entre todos, conforman un universo heterogéneo con estudiantes de distintas latitudes: de La Plata a Ushuaia, de Argentina a Brasil (pasando por casi todos los países del Mercosur) hasta España e Italia (ver página 15).

“Estamos ante una facultad de puertas abiertas”, dirá en diálogo con EL DIA el decano, Juan Ángel Basualdo Farjat. “No hay espacio físico para recibir a tantos alumnos juntos”, cuestionará Hijano, quien además es profesor de la cátedra de Cirugía, que se cursa en el último año y, por lo tanto, conoce la parábola del alumnado del ingreso al egreso. Lo que ocurre en el pasillo parece apuntalar su argumento: un grupo de alumnos se quedó afuera del Aula Magna, sin poder escuchar la clase, por falta de espacio. Sobre esa base, dirá que la modificación a la Ley de Educación Superior (LES) que en octubre de 2015 impuso el ingreso irrestricto a Medicina nivela para abajo la formación de los futuros profesionales.

“Si antes los alumnos cursaban una materia tres o cuatro veces por semana -describe el cirujano-, ahora lo hacen una, por la sencilla razón de que no hay aulas disponibles para 1.000 alumnos todos los días y hay que distribuirlos en comisiones de entre 250 y 300 estudiantes -que ya es mucho- a lo largo de la semana. La calidad educativa se resiente. El alumno ahora cursa muchas menos horas cátedra que antes” y eso, advierte, “se agravará en los años superiores, lo veremos en unos años con la nueva camada de egresados”.

CANTIDAD VS. CALIDAD

El tiempo en Medicina parece dividirse entre antes y después del ingreso irrestricto, implementado a fines 2015. Hay datos que abruman: de 396 ingresantes ese año, a más de 3.000 en 2016 y 2017, hasta saltar a los 3.992 pre-inscriptos para el año en curso, según se desprende de las estadísticas de la UNLP. Un incremento de 1.000 por ciento en poco más de tres años. Mientras que la cantidad total de alumnos durante el mismo lapso creció más del doble: de 3.582 a 7.390.

Como advierten en la unidad académica de 120 y 60, hay más que cifras: “Acá se piensa mucho en números y poco en la calidad de médicos que estamos formando”, dispara la consejera por la mayoría del claustro de profesores, Marisa Cobos, y alerta sobre “la dificultad de que tantos alumnos puedan incorporar los conocimientos que deben alcanzar con menos carga horaria”.

Desde 2015, la cantidad total de alumnos en Medicina pasó de 3.582 a 7.390

 

Agrega Cobos que “este cambio sucede con el mismo personal y la misma infraestructura” que antes del ingreso libre. Hijano coincide: “Recibimos miles de alumnos más con la misma cantidad de aulas y menos disponibilidad, los mismos docentes y menos presupuesto, ya que la facultad cayó al séptimo lugar de prioridad en las partidas de la UNLP”. Pues, pese al incremento en su matrícula, Medicina recibirá este año fondos por poco más de 27 millones de pesos, menos que lo destinado a facultades como Naturales, Odontología, Exactas, Ingeniería, Veterinaria y Agronomía, según el presupuesto oficial de la UNLP.

“¿Hacia dónde vamos? ¿Qué se busca? ¿A qué se apunta con la masividad por la masividad misma?”, se pregunta Hijano, ex secretario académico de la casa de estudios, a la vez que lamenta no ver “una política de Estado detrás de la modificación a la LES. Hoy, como están dadas las cosas, la enseñanza y el aprendizaje se dificultan. El costo, naturalmente, lo paga el alumno”.

El tema del aumento en la cantidad de estudiantes, interviene el decano de la facultad, “fue hablado largo y tendido con todos los departamentos de Medicina”. Incluso, destaca Basualdo, se esperaban 4.000 ingresantes contra los 3.992 que finalmente se pre-inscribieron, mientras subraya un “bochazo” a los alumnos brasileños “que tanta preocupación generaban” (ver página 15).

“La realidad es que nos preparamos para la complejidad que significa recibir esta cantidad de estudiantes”, asegura el titular de la facultad del Bosque, y desliza: “Es cuestión de preguntarle a los ingresantes cómo lo vivencian”.

PALABRA DE ESTUDIANTE

Candela Fernández, 18 años, oriunda de Berazategui, desembarcó en la facultad de 120 y 60 motivada por su “admiración” a la tarea médica. Aunque en poco más de un mes y luego de las primeras clases del año resume su experiencia como “caótica”. Enumera: “La organización es mala, la página web no es clara y los horarios en los que te anotás por ahí después no coinciden con los de las cursadas”, cuenta, sin ocultar su enojo porque semanas atrás tuvo que viajar “dos horas sin razón en un día que no tenía clases”.

De las pocas cursadas a las que le tocó asistir, Candela recuerda la de Anatomía “por el contenido y la buena explicación del profesor”, pero también porque “nos tuvimos que sentar en el piso. Un día éramos casi 200 y no había lugar”. La joven agradece que algunas materias den la posibilidad de seguir las clases on line, pero ella prefiere viajar: “Primero porque el sistema de internet no siempre funciona y después porque no es lo mismo que estar frente al docente que te explica”.

Las estrategias de enseñanza también abren grietas en Medicina: para Basualdo, “en el siglo XXI las clases magistrales pasaron a ser antiguas, ya no funcionan, hay mecanismos tecnológicos que hay que aprovechar”.

En cambio, Hijano postula que “hay cuestiones que la tecnología no puede reemplazar. En Anatomía, por ejemplo, trabajás todo el tiempo con el cuerpo humano, que tenés que ver, tocar, reconocer. Y no es lo mismo enseñarle un hueso a 10 alumnos, que a 100. Otra vez el número repercute en la calidad ”.

Para Cobos, la actual gestión “no tiene estrategias para absorber la demanda de alumnos que tenemos” y, si bien admite que “hay que aggiornarse” aclara que “la experiencia que puede aportar un profesor en contacto con el alumno no se suple con nada”.

Las preocupación se extiende a los futuros egresados. ¿Qué ocurre en los años superiores?

 

EL “NUEVO” EGRESO

Los cuestionamientos y preocupaciones que despiertan las nuevas condiciones de ingreso se extienden como una sombra hacia el “nuevo” egreso. ¿Qué ocurre en los años superiores?

Hijano lo explica así: “El problema se agrava, porque al entrar tantos son muchos más los que pasan a segundo, pero también, al bajar la calidad de enseñanza, desaprueban muchos. Así que a cada año de ingresantes hay que sumarle los recursantes”. El panorama, alerta el profesor, se agudizará en el ciclo clínico, cuando hacia el final de la carrera los alumnos deban cursar la Práctica Final Obligatoria (PFO) en diferentes centros de salud: “Si en primer año trabajamos con cuerpos muertos; al avanzar se trabaja sobre pacientes, personas que están vulnerables. Nadie se puso a pensar en lo que puede ser una habitación de hospital con 100 alumnos o más rodeando a un paciente que está enfermo”.

Cobos, que también es profesora de las materias de Infectología y Trasplante (de cuarto y quinto año) explica que en años superiores aún no se refleja lo que sucede en el ciclo básico, pero se estremece de solo pensar lo que podría ocurrir: “Si lo que pasa en el ciclo básico se traslada al clínico sería dramático, porque resultaría imposible parar semejante cantidad de alumnos ante un paciente en una cama de hospital”.

A esta preocupación, la médica infectóloga encadena otra que, según ella, “privilegia la cantidad sobre la calidad”. Es la que tiene que ver con los polémicos cambios que, tal como informó este diario, aprobó la mayoría oficialista en la última reunión del consejo directivo que tuvo lugar en diciembre pasado. Entre muchos otras modificaciones, la profesora resalta la “promoción de materias sin examen final; rendir tres veces mal un final y no recursar; la posibilidad de presentarse durante cuatro años a todas las mesas, que son quince por ciclo lectivo; e incluso la posibilidad de dar materias libres sin cursar, con lo que ello implica para una carrera como Medicina. Esto se aprobó sin el consenso de los profesores, a los que recién hoy se está notificando y que, pese a su oposición, el Consejo consumó”.

Frente a los cuestionamientos, Basualdo responde que los cambios serán “en forma gradual hasta 2022”. Y que de ningún modo se apunta a la cantidad por sobre la calidad. Pues, como profesor titular de Microbiología y Parasitología, una materia de 3º año, asevera que los alumnos en ese tramo de la formación superan apenas los 400. “Estoy en medio de la carrera -apunta-, de ahí para arriba el número no puede cambiar mucho”.

Hijano disiente con dureza: “Con el correr de los años, con condiciones cada vez más flexibles, la matrícula en años superiores se va a multiplicar. Pero parece que da lo mismo si a un hospital llegan 100 alumnos o 5.000, sin importar que en el derecho de aprender se condene el derecho de la salud, de la intimidad del enfermo que es objeto de estudio en la práctica final. Hablamos de números, de estudiantes, pero no se escuchan voces que defiendan a los pacientes de hospitales públicos. Quizá sea porque la sociedad que vota este tipo de normas se atiende en clínicas privadas”.

Por último, Cobos deja caer una línea igual de preocupante: “Tampoco podemos apostar a un ingreso libre seguido de deserción en los años finales, ni mirar al futuro pensando en que no van a llegar todos, sino que tenemos que pensar en un cantidad coherente de ingresantes a los cuales podamos garantizarles una enseñanza de excelencia”, y concluye con una pregunta faro: “¿Qué calidad de médicos queremos formar?”.

 

EN EL PAÍS
Para ingresar a Medicina en la Universidad de Buenos Aires, los alumnos deben tener aprobadas las materias del Ciclo Básico Común, implementado en 1985 como reemplazo de los exámenes de ingreso. En la Universidad de Córdoba hay cupo para la carrera y en Cuyo el ingreso es eliminatorio.

 

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