Anarquistas, hippies y neofeministas

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En nuestras sociedades, capitalistas y occidentales, el amor romántico es el que tiene mayor presencia. Las leyes, los códigos civiles, los usos y costumbres suelen adaptarse mejor a esa forma de relacionarse considerada “normal”. Este tipo de amor, como cualquier otro, no tiene nada de natural, “es una construcción social, histórica y cultural que sigue fuertemente vigente”, explica la socióloga especializada en Géneros, Mora Blaser.

Si bien tiene fuerte arraigo, hoy muchos le presentan batalla y no es la primera vez que ocurre. Blaser dice que “el amor libre deconstruye el mito del amor romántico, que supone relaciones afectivas y sexuales monogámicas y heterosexuales, funcionales a la formación de la familia tradicional que es, también, una herramienta de control y organización social”.

Las anarquistas de principios del siglo pasado ya proponían algo parecido al amor libre, tal como lo explica la doctora en Ciencias Sociales, Laura Fernández Cordero, en su libro “Amor y anarquismo: experiencias pioneras que pensaron y ejercieron la libertad sexual”. No obstante, la experta aclara que por aquel entonces esas mujeres no escapaban al signo de los tiempos y al mandato de maternidad como rol central de la mujer, ni a la concepción de homosexualidad como algo “enfermo” e indeseable.

Otra oleada de amor libre que sacudió las convenciones llegó con la generación Beat que a mediados del siglo XX en Estados Unidos creó los cimientos del hippismo, el movimiento contracultural que promovió, entre otras cosas, la libertad sexual y la vida comunitaria.

 

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