La Habana Vieja quedó “huérfana”

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La Habana

AFP

Su espléndido Ford convertible rojo y blanco de 1934 brilla bajo el sol, pero ningún turista lo alquila: la reciente prohibición a los cruceros norteamericanos de viajar a La Habana ha dejado a Esteban Estrada prácticamente sin trabajo. Estacionado cerca de la Catedral de La Habana junto a una treintena de clásicos estadounidenses de los años 50 -imagen de marca de la capital cubana-, su auto no es el único sin clientes.

“Estamos aquí, parados como ven, todos estos vehículos, que (...) en un día normal, estarían casi todos trabajando”, explica este chófer de 37 años y añade que lleva así “varios días”.

A su lado, decenas de colegas ociosos charlan sentados en un banco o tratan de atrapar a los turistas: “¿Un taxi, princesas?”, dice uno de ellos al paso de dos mujeres. Estrada aprovechó el boom turístico que generó el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos a finales de 2014 para dejar su trabajo de taxista común. Durante cinco años se dedicó a pasear a los turistas con su reliquia roja y blanca por los sitios más emblemáticos de la ciudad: la costanera del Malecón, la Plaza de la Revolución o el Capitolio.

Los estadounidenses se convirtieron en el segundo mayor visitante de la isla, tras los canadienses. En los primeros cuatro meses de 2019 llegaron más de 250.000, casi el doble que en el mismo período de 2018.

Pero la distensión entre los dos países terminó con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, que multiplicó las sanciones contra la isla socialista. Su blanco más reciente fueron los cruceros estadounidenses, que ya no pueden viajar a Cuba, como hacían desde 2016.

El 5 de junio, algunos chóferes de estas joyas rodantes se despidieron sobre el Malecón del último crucero estadounidense, a sabiendas de que con él se esfumaba una de sus principales fuentes de ingreso.

 

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