Un millón y medio de jóvenes bienvenidos a la democracia

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JULIÁN PORPORTELA

Profesor de Derecho Constitucional UNLP

En apenas unas semanas casi un millón y medio de jóvenes de más de 16 años podrá votar por primera vez para elegir sus autoridades y sus representantes y, como hemos verificado en un reciente relevamiento de cátedra, reina el desconcierto técnico en buen número de los potenciales votantes. Corresponderá para ellos esta reflexión de bienvenida al vertiginoso mundo electoral argentino.

Sabido es que, además de los derechos que nuestra Constitución Nacional reconoce y garantiza a cada uno, también impone obligaciones concretas (como respetar las normas, pagar tributos, cursar la enseñanza mínima, atestiguar) y justamente a partir de los 18 años el votar en los actos comiciales es una de las más importantes para nutrir de legitimidad a nuestro sistema democrático (art. 37). Esta obligación tiene una faz jurídica y material que se agota en votar (cumplir formalmente con el sufragio, ingresando nuestro sobre lacrado en la urna) y una política y moral, que nos configura realmente como ciudadanos de una democracia de construcción cotidiana: el deber de elegir bien.

A los nuevos votantes cabe alertarles que el escaso tiempo que falta para las inminentes elecciones primarias del domingo 11 de agosto apenas alcanza para la difícil misión de conocer, evaluar y cotejar cada boleta que finalmente entrará en el sobre soberano. Por caso, conforme Decreto PBA 268/19, los platenses deberemos definir entre las alternativas para las fórmulas presidenciales, diputados nacionales (nada menos que 35 cargos), a gobernador, diputados provinciales (3), y municipales (intendente, concejales -12- y consejeros escolares -5-), todo ello maximizado en las primarias P.A.S.O. con la oferta de variantes internas en los partidos que lo han aprovechado (hay hasta 5 listas para municipales de un solo partido). Luego habrá al menos un nuevo acto comicial en octubre (elecciones generales) y la posibilidad de uno nuevo en noviembre en caso de ballotage presidencial (no existe aún segunda vuelta provincial ni municipal).

Lamentablemente para los bonaerenses no facilita la labor de “elegir bien” el histórico método de unificar todas las elecciones (nacionales, provinciales y municipales) en un solo acto comicial, confundiendo todo con un efecto de arrastre nacional y restando el valor de diferenciación de lo local, además de evidenciarse lo complejo que es evaluar individualmente en listas sábanas (como la infinita de diputados) o cuando se subestima nuevamente el peso de lo municipal al no diferenciar boleta entre ejecutivo y legislativo local (pese a que el sistema republicano justamente tiende a diferenciar los poderes) ni consejeros escolares (cargo ignoto para la gran mayoría).

La ventaja siempre será para el electorado militante, aquél que profesa con vehemencia el apoyo irrestricto a tal candidato o a tal partido, pues para ellos es mucho más simple “elegir bien”, con plena confianza al introducir la boleta entera sólo por su color sentimental. Pero existe un grueso de electores (aquellos que las encuestas suelen calificar de “independientes” o, más fríamente: NS/NC), que son decisivos a la hora de definir todas las elecciones, y que no se contentan con lealtades partidarias (o de automático rechazo a otro) a la hora de opinar de políticas públicas. A ellos, racionalmente escépticos a propuestas mágicas y líderes mesiánicos, les corresponderá una menuda tarea para cumplir con el deber de “elegir bien”: habrá que dedicar tiempo y energía en identificar historiales o desempeños previos en la función pública de los principales candidatos, desconfiando tanto de las promesas electorales sin respaldo programático, como de las noticias falsas de desprestigio (las ahora tan famosas “fake news” que pululan por las redes) y también de las obras inauguradas a las apuradas sobre las fechas mismas de las elecciones, subestimando la inteligencia del electorado. Finalmente conviene sugerirles que ponderen en cada candidato el espíritu democrático de tolerancia al adversario y la formulación sincera de autocrítica sobre errores presentes y pasados, jerarquizando el compromiso con políticas explícitas de transparencia que superen la mera revisión de gestiones previas y ajenas, y principalmente que en sus discursos evidencien sensibilidad social para con las minorías y los débiles en una sociedad jaqueada por la desigualdad económica, como bien insta nuestra Carta Magna para “promover el bienestar general” y nunca solo sectorial.

En definitiva, corresponde reconocer a los nuevos sufragantes que el “elegir bien” puede ser una misión mucho más demandante que simplemente ir a votar, pero a la vez es el único camino digno para cumplir realmente con la cuota participativa en el manejo del Estado. Es que sólo instando a los jóvenes a participar activa y críticamente, superando el desinterés e involucrándolos en los grandes desafíos pendientes, lograremos hacer madurar a nuestra siempre novel democracia argentina.

“Elegir bien puede ser una mucho más demandante que ir a votar, pero a la vez es el único camino digno participar en el manejo del Estado”

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