Llamado de alerta ante el peligro de las aguas del Río de la Plata
Edición Impresa | 17 de Agosto de 2019 | 03:32

El hallazgo en estas jornadas de los cuerpos de dos pescadores que habían desaparecido en el Río de la Plata el 2 de agosto pasado le puso punto final a un episodio desafortunado, que se cobró dos vidas jóvenes y que constituye un nuevo llamado de alerta que no debe ser desoído sobre los peligros que enfrentan quienes acuden a nuestras playas.
Se sabe que fueron extremos los esfuerzos realizados para ubicar a estos dos pescadores. Hasta el momento del rescate del último hombre, la Prefectura Naval Argentina había recorrido más de 55.000 kilómetros cuadrados del Río de la Plata y la costa bonaerense, sin contar el itinerario que realizaron los aviones que participaron de la totalidad del procedimiento. También se había mantenido contacto con la Prefectura Nacional Naval de Uruguay que colaboró con la búsqueda.
En el operativo rastrillaje, durante los 13 días por los que se extendió, se buscó a los dos pescadores con guardacostas, semirrígidos, motos de agua, patrullas acuáticas y terrestres, con personal de Defensa Civil de Ensenada y buzos de los Bomberos Voluntarios locales, canes adiestrados de la Policía Bonaerense e inclusive con una tropilla de caballos de una asociación tradicionalista de Ensenada, quienes rastrearon la franja costera.
No es allí, entonces, en donde cabría formular consideraciones, sino en la necesidad de que las centenares de personas que todos los fines de semana se presentan en las playas y costas ensenadenses -en especial los pescadores, los aficionados a la navegación y, en verano, los bañistas- conozcan en detalle las precauciones que deben adoptar y las características peculiares de la zona ribereña, así como del comportamiento del río.
En el caso particular de los dos pescadores, los especialistas señalaron que, si bien las circunstancias del accidente no están del todo claras, existen testimonios consistentes acerca de que la embarcación que usaron no estaría en buenas condiciones para navegar. Las fuentes consultadas revelaron que el casco se encontraría maltratado y con algunos parches. Afirmaron, asimismo que podía entrarles agua en la embarcación. Además, aclararon, se trataba de una embarcación muy pequeña y detallaron, por último, que Prefectura tiene una garita en el sector con la única bajada náutica autorizada y que ellos son los encargados de controlar quiénes pueden hacerse al agua.
Visto desde esa óptica, correspondería concluir que en el río no existen fatalidades, sino que éstas surgen como emergentes de una previa falta de prudencia por parte de quienes se internan en sus aguas. Es preciso, entonces, que las autoridades responsables acentúen la vigilancia y promuevan suficientes campañas de concientización, para que la zona costera sea un ámbito adecuado de recreación para tantos que siguen sintiendo por nuestra ribera atracción y afecto.
No es tanto lo que hace falta: en el caso de los bañistas, informar profusamente sobre la geografía irregular de las playas, hacer cumplir las normas y tener siempre presente, en particular los que llegan por primera vez, que el río es traicionero y no puede regalarse la confianza. Para los pescadores y navegantes, obligarlos a cumplir con las reglamentaciones existentes y exhortarlos a la toma de precauciones. Todas estas medidas, que pueden parecer hasta ingenuas, pueden servir y mucho para que impere en el río una rigurosa prudencia, que no es incompatible con el descanso y la sana diversión.
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