¿Influye la forma de la botella en el vino?

Alargadas, de hombros caídos o con más de un gollete. Cada característica tiene la función de preservar la calidad del producto

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Pablo Amado

vivirbien@eldia.com

La botella juega un papel crucial en la elaboración y calidad del vino. Por un lado, determina las posibilidades de finalizar la crianza y redondear el producto, así como ensamblar sus características debido a reacciones que se realizan tras el embotellado y durante el descanso de la bebida.

Aunque es habitual asociar la crianza en botella sólo al vino de gran calidad y con potencial de guarda, el hecho es que todos los vinos, incluso los más jóvenes deben permanecer algún tiempo de guarda en bodega después de ser embotellados.

Es por eso que los tipos de botellas de vino que podemos encontrar en el mercado son muy diferentes en función del criterio o características al que atendamos.

Muchas veces nos preguntamos si las formas de las botellas tienen incidencia en el sabor del vino o en la conservación del mismo. Pero la forma de la botella en sí es algo totalmente estético y corporativo de cada bodega. Por lo tanto, la respuesta es negativa.

Pueden llegar a influir otros aspectos, como el color o el grosor del vidrio, pero no la forma de la botella en sí. El color empleado en estos envases tiene una función protectora de la acción de la luz, para poder conservar mejor el vino de su interior.

Por lo general, los colores que podemos encontrar en las botellas son negro, azul, verde (el más empleado) o transparente. Los más oscuros se suelen usar en vinos que van a pasar mucho tiempo en botella (vinos de guarda), mientras que las transparentes se utilizan más para los rosados o blancos, ya que así se puede apreciar el tono del producto.

En cuanto al grosor del vidrio, las botellas de espumosos tienen un cristal más grueso para aguantar la presión del carbónico.

Las diferentes formas que podemos observar tienen un nombre asociado para referirse a ellas, que proviene del lugar dónde se comenzaron a usar. Por eso, un tip fácil para no olvidar sus nombres es ésa: su origen.

En base a esto podemos distinguir (en general) los siguientes tipos de botellas:

1. Bordelesa: es la que más se ve en el mercado. Al ser cilíndrica, permite el almacenamiento de los vinos en posición horizontal sin ningún problema. Origen del nombre: Burdeos, ciudad francesa.

2. Borgoña: es la más antigua que se conoce. Presenta los hombros en pendiente, lo que le confiere un aire estilizado. Origen del nombre: Borgoña, región de Francia.

3. Rhin: suelen usarse para vinos blancos. Su forma es muy estilizada gracias a su altura y hombros en caída. Origen del nombre: proviene del río Rhin de Alemania.

4. Champagne: posee hombros bajos, pared más gruesa y una oquedad en su base para resistir mejor la presión provocada por las burbujas. Origen del nombre: Champagne-Ardenne, ciudad Francesa.

5. Jerezana: se utiliza para el vino de Jerez y licores portugueses. Presenta un abombamiento en el cuello y un gollete en dos fases. Origen del nombre: Jerez de la Frontera, Cádiz, España.

6. Franconia: es la más diferente respecto al resto ya que es aplanada y no cilíndrica. Origen del nombre: Franconia, una zona vinícola de Alemania.

La capacidad de las botellas sí es un factor de calidad, sobre todo cuando el objetivo es añejar vinos. La explicación es sencilla, cuanto mayor es la capacidad de la botella, menor es la relación del volumen del vino con el oxígeno que se puede filtrar por los poros del corcho.

De modo que el producto tiene una evolución más lenta en una botella de 1.500 cm3 que en una estándar de 750 cm3.

Los enólogos afirman que el insumo más importante para conservar la calidad del vino una vez embotellado es el sistema de taponado, ya sea corcho, sintético o tapa a rosca. Será esta pieza la que resguardara la sanidad del vino.

 

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