Destino de velocidad… y glamour: un paseo por La Frontera

Con paradores al estilo Punta del Este y muchas opciones top, el norte de Pinamar ya no es sólo el paraíso de las camionetas cuatro por cuatro y los cuatriciclos

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PEDRO GARAY

ENVIADO ESPECIAL A LA COSTA ATLÁNTICA

 

A 6 kilómetros hacia el norte del centro de Pinamar, el paraíso. Playas de varias cuadras de profundidad, vírgenes, rodeadas de imponentes médanos y del bosque conforman La Frontera, lugar histórico de la velocidad y los fierros en la localidad, y que lentamente se ha transformado en su escenario más top, una especie de pequeña Punta para los que quedaron atrapados en Argentina por el 30%, e igual de exclusiva: solo se puede ingresar con 4x4, cuatriciclos o areneros.

No es que el acceso esté restringido, sino que el acceso a pie implica caminar largas distancias por médanos ondulantes y ventosos y arenas blancas y ardientes, un lugar inhóspito para el caminante, pero especial desde siempre para echar a rodar los cuatris a toda velocidad y sentirse piloto del Dakar.

Es el destino de velocidad preferido por los turistas hace décadas: “Siempre tuvimos estos ‘bichos’. Y acá es el único lugar donde se puede andar a velocidad y jugar un poco”, comenta Martín, apenas mayor de edad. En las dunas se mezclan novatos con pilotos. Uno de ellos confunde a nuestro fotógrafo, Roberto Acosta, con un agente de la fuerza policial “escrachando” a quienes no siguen los caminos demarcados. No tiene casco: pega media vuelta y escapa a toda velocidad. Cuando nos reencuentra abajo, se ríe del episodio.

No es, de todos modos, el arenero anárquico que supo ser: los pilotos de vehículos a tracción respetan el trazado, y en sus márgenes las familias disfrutan sin el riesgo a accidentes de antaño. Quienes quieran pilotar con libertades se dirigen a una olla natural ubicada sobre Renata Beach, el límite de La Frontera, que han dado en llamar, sugestivamente, “Rompehuesos”. No es un secreto, aunque nadie parece saber demasiado al respecto a la hora de dar indicaciones.

Hay presencia policial en los ingresos, controlando permisos y cascos. El control es algo laxo, y es fácil encontrar menores, cuatris abarrotados, pilotos sin casco. El año pasado, tras varias temporadas con accidentes y polémica, se labraron mil multas de entre 17.000 y 55.000 pesos, pero la Municipalidad solo puede controlar los ingresos: los médanos son una zona privada que tiene a maltraer al intendente, Martín Yeza, quien al ver este año una foto de una familia entera sobre un cuatri y sin casco, exclamó que “es una imagen representativa de un sector de la Argentina que piensa que está por encima de las normas”.

EL GLAMOUR

Pero no todo es vértigo y desafío a las normas en La Frontera: a la sombra del discutido circuito de cuatris, se erigieron en la zona los paradores más top de una ciudad balnearia marcada ya por su glamour.

Muchas familias, como los platenses Bertarelli-Parodi, no llegan en busca de velocidad a La Frontera. “No, no nos interesan”, dicen los Bertarelli-Parodi sobre los cuatris. “Están buenísimos”, disiente el hijo. Lo cierto es que la familia no ha llegado allí para andar o mirar el circuito de cuatriciclos sino para disfrutar de la frontera virgen, la tranquilidad de las playas amplias y el servicio top, algo similar a lo que buscan cuando estacionan su 4x4 en Cariló.

Sí llevan una tabla de sandboard, par lanzarse desde las prodigiosas dunas de La Frontera: es una de las tantas actividades que se pueden practicar en las playas de Pinamar Norte, dónde también se dan clases de kite surf en zonas delimitadas para minimizar los riesgos en caso de que a un novato se le escape la vela. Braulio, guardavidas de Kota Beach, cuenta de una tarde donde ocurrió y un turista terminó con un brazo desgarrado hasta el hueso.

Kota Beach es uno de los paradores que se visten de esteños hace algunas temporadas, con coquetos armastros para sus clientes. Tiene una estructura “eco”, como todos los balnearios de la zona, completo con paneles solares y un sistema para reutilizar el agua de lluvia. Tiene una forma basada en la obra de Kandinsky y onda muy Punta. Es, según los dueños de varios de los paradores de la zona, un destino al que llegaron en sus 4x4 esta temporada los que ya acostumbran a veranear allí y los que solían salir del país, pero prefirieron un destino nacional tras la devaluación y el 30% al dólar turista. Por allí andan, de hecho, varios famosos, bronceándose lejos del gentío de las playas céntricas.

Kota es el primer parador desde la entrada a La Frontera: a la altura de la playa, pero sobre la calle que lleva hacia la recóndita playa (Av. Del Libertador), en la zona de bosques, se lleva a cabo hasta fines de febrero el Go Festival todas las noches: un espacio iluminado por luces de colores que cuelgan de pinos, donde se instalan food trucks de estilo retrochic, y los clientes se sientan alrededor de hogueras cargadas de leños encendidos. Durante la temporada, en el espacio se realizarán ciclos de cine y talleres para cuidar el medio ambiente. La entrada es libre y es uno de los after beach que ofrece la zona: espacio pet friendly, los precios van desde $180 por una ensalada, $250 la hamburguesa más económica y $150 la porción de papas fritas.

Como en casi todo Pinamar, hay un after en cada parador (otra tendencia adoptada de las playas del exterior). En la otra punta del Kopa, se encuentra Renata Beach, y el restó Nómade, que, por ejemplo, cada noche enciende unas hogueras a leño y ofrece a sus clientes una parrillada en la playa, al calor del fuego y con algo de música.

Pero, claro, queda lejos: casi tres kilómetros separan una punta de otra: los que no lleguen en vehículos a tracción tendrán que caminar por la zona, sumamente hostil para el peatón.

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