Lo fundamental de su aporte

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Con una excepcional voluntad, las investigaciones de Leloir en el Instituto que dirigía superaron los escollos de un presupuesto modesto que obligaba a usar cajones de madera como sillas y a fabricar complejos instrumentos de forma casera. En esas condiciones, su trabajo se orientó a un aspecto científico hasta entonces postergado: el proceso interno por el cual el hígado recibe glucosa y produce glucógeno, el material de reserva energética del organismo.

A principios de 1948, el equipo de Leloir identificó los azucarnucleótidos, compuestos que desempeñan un papel fundamental en el metabolismo de los hidratos de carbono.

Su contribución sirvió, entre otras cosas, para entender en profundidad la galactosemia, una enfermedad hereditaria que provoca que quienes la padecen estén impedidos de asimilar el azúcar de la leche.

En el vocabulario científico internacional, inclusive, se denomina “el camino de Leloir” al conjunto de descubrimientos que llevó al gran científico argentino a determinar cómo los alimentos se transforman en azúcares y sirven de combustible a la vida humana.

Desde la actual Fundación Leloir, dedicada a la investigación y a la formación de jóvenes científicos, describen que “sus investigaciones permitieron aclarar cómo se metabolizan los azúcares en el organismo y el mecanismo de biosíntesis del glucógeno y del almidón, polisacáridos de reserva energética de los mamíferos y las plantas. Leloir descubrió el camino bioquímico a través del cual el organismo aprovecha la energía de azúcares para poder vivir. Este hallazgo permitió comprender las causas de muchas enfermedades como la galactosemia, una patología congénita que se caracteriza por la incapacidad que tiene el organismo para metabolizar galactosa (un azúcar simple). Su acumulación provoca daños en diferentes órganos del cuerpo, por lo que si esa condición no es detectada en forma temprana, puede ser fatal”.

 

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