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La Ciudad |El peligro de que los vecinos planten en las veredas “a su antojo”

Frutales en el casco urbano: fuertes reparos de especialistas

Brindan una hermosa fragancia y visten las calles con flores durante algunos tramos del año, pero requieren de cuidados intensivos que no reciben. La opción de los parques

Frutales en el casco urbano: fuertes reparos de especialistas

El naranjo amargo es el frutal más característico, pero en la Ciudad se ha plantado de todo un poco /G. Calvelo

26 de Febrero de 2020 | 01:39
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¿Para qué árboles frutales en el casco urbano platense? ¿Para qué en cuadras del mismísimo microcentro? ¿Formaron parte de las plantaciones ideadas por los fundadores? ¿Cómo manejar el libre accionar de vecinos y vecinas que llevan a las veredas especies inadecuadas?

Plantados por su fragancia y colorido, necesitan una serie de cuidados que no tienen, por lo que terminaron relegados como meras piezas decorativas que nadie sabe a ciencia cierta qué función cumplen.

Los especialistas consultados nos dicen que los frutales requieren de podas muy específicas (podas, en plural, porque necesitan dos por año), de un fuerte manejo sanitario (fumigaciones periódicas con determinados productos), que sus frutos no son seguros para el consumo (porque se desconoce si los árboles están debidamente cuidados y tratados) y que, fundamentalmente por su tamaño, no son ejemplares aptos para estructurar el trazado urbano.

¿Todo negativo? No tanto. Hay espacios “adecuados” para plantar ciertos frutales, como las grandes plazas y parques, donde hasta podrían constituir un fruticetum, como en los jardines botánicos, con distintos usos: estudio, colección, ornamentación.

Pero antes de entrar de lleno en cuestiones históricas y técnicas que abordaron los expertos, conviene remontarse casi una década para saber desde dónde se parte.

Y es que fue en el año 2010 cuando se llevó a cabo el último censo -no general pero bastante demostrativo- sobre el arbolado de la Ciudad.

El trabajo que llevó a cabo en aquel momento personal de la Dirección de Espacios Verdes del Municipio dio cuenta de la existencia de naranjos, cerezos, moras, durazneros, pelones y ciruelos, entre las principales especies.

Se contabilizaron unos 460 naranjos amargos, básicamente en las calles 6, 11, 23, 26, 47 y 64.

Aunque el naranjo amargo se erigió en el frutal más característico de la Ciudad, no le fueron en zaga los ciruelos. Se hallaron alrededor de 400 en el casco urbano, en las calles 5, 6, 30 y 35 y en la Plaza Olazábal (7 y 38). Y en torno a 100 plantas de moras en 22, 29 y 31.

Desde hace unos años, vecinos y vecinas -quizás sin fondo en sus viviendas- decidieron tener su frutal en la puerta de la casa.

La falta de control, sumada a la carencia de conocimiento por parte de los frentistas llevó, por poner sólo un ejemplo, a que aparecieran en veredas (angostas o anchas) especies como los paltos. “Si es un error plantar en la vereda un gomero, también lo es plantar un palto. Es un árbol de primera magnitud que puede alcanzar los 30 metros de altura, es perenne y sus raíces casi seguro levantarán la acera. Por ello, es ideal para espacios abiertos”, comentó a este diario el ingeniero agrónomo, docente e investigador de la Universidad local, Alfredo Benassi.

El experto platense resaltó que “la Ciudad nunca consideró (en forma planificada) a los frutales para su arbolado. Ni en veredas y ramblas ni tampoco en sus espacios abiertos”.

Explicó que una de las razones de ello fue que “los frutales son, en general, árboles de tercera magnitud, es decir, de entre cinco y siete metros de altura”, por lo que no sirven para la alienación estructural del espacio público.

Otro motivo es su longevidad. “No se trata de especies muy longevas, como sí lo son aquellas que han pensado los fundadores para el casco urbano”, acotó.

Además, han sido seleccionados genéticamente, por siglos, para dar flores y frutos y no madera ruda.

De allí, contó Benassi, que “originalmente se plantaron árboles frutales por su fragancia y su colorido, que rompe con el verde puro y duro del arbolado centenario”.

Podas y manejo fitosanitario

Desde la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata indicaron que los frutales requieren de podas “específicas” que, concretamente, son dos por año.

“Se debe realizar una poda de formación, para darle estructura al ejemplar. Y otra poda de fructificación, para que los frutos crezcan en forma vigorosa”, detallaron.

Realzaron que si eso no se lleva a cabo el árbol va perdiendo fuerza y sus frutos no se desarrollan como deberían hacerlo.

Finalmente hicieron hincapié en las fumigaciones. “Los árboles frutales, fundamentalmente los cítricos, pueden generar un problema sanitario debido a que son blanco permanente de pulgones y cochinilla. Ello requiere de fumigaciones periódicas, muy bien realizadas y con los elementos indicados para cada enfermedad”, subrayaron.

Con estos elementos sobre la mesa, sobre todo la poda y la fumigación, los expertos concluyeron que “los frutales no admiten, en una gran ciudad, la planificación a escala”.

En sitios adecuados los frutales servirían para estudio, ornamentación y hasta colección

La falta de control llevó a que muchos vecinos plantaran frutales a su gusto en las veredas

Lo cierto es que la falta de contralor llevó a que, a través de los años, muchos vecinos y vecinas plantaran a su gusto en las veredas. “Un verdadero problema”, dijo Benassi. “El palto, por caso, es un ejemplar de primera magnitud. Ideal para espacios abiertos, nunca para la acera”, explicó.

Hablando de espacios abiertos, el especialista comentó que en algunas ciudades se está pensando -o incluso experimentando- a nivel de los frutales. “Pero ello requiere, como ya se remarcó, de las condiciones de manejo y cuidado correspondientes”, aclaró.

En ese contexto, se remontó al ejemplo de los hortus romanos (jardines con distintos tipos de árboles) o, mucho más aquí en el tiempo, los jardines botánicos. “Tranquilamente se podrían plantar frutales en grandes plazas o en parques para ornamentación, para su estudio, para colección. Con el mantenimiento debido”, insistió.

Los nogales o avellanos también serían ideales para ser plantados en parques, donde podrían desplegar un gran desarrollo. “Pero hay que tener cuidado con los árboles que dan frutos secos, pues resultan muy atractivos para los roedores. Por ello, en las veredas no hay que ponerlos”, aconsejaron.

Volviendo a aquel relevamiento que el área municipal de Espacios Verdes llevó a cabo en 2010, vale decir que además de los 460 naranjos, 400 ciruelos y 100 plantas de moras, se registraron paltos, olivos, nísperos, durazneros, bananeros, avellanos, damascos, manzanos, nogales, cerezos, limoneros, higueras, almendros, mandarinos.

En conjunto, sumaron en su momento 160 árboles frutales repartidos por calles y diagonales.

No se come

¿Se pueden comer los frutos? “No es recomendable, pues no son ejemplares debidamente cuidados. Y en cuanto a los más populares, es decir, los naranjos, hay que aclarar que no fueron plantados para el consumo de los vecinos, sino con una finalidad paisajística, por su flor y su aroma. No son comestibles. Servirían, en el mejor de los casos, para hacer jalea”, insistieron los ingenieros platenses.

460
Naranjos amargos se relevaron en el casco urbano platense en el año 2010, última vez que se llevó a cabo un censo desde el Municipio. Estaban, básicamente, en las calles 6, 11, 23, 26, 47 y 64. También se registraron unos 400 ciruelos en 5, 6, 30 y 35 y en la Plaza Olazábal (7 y 38).

 

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El naranjo amargo es el frutal más característico, pero en la Ciudad se ha plantado de todo un poco /G. Calvelo

Un palto en calle 61, frente a la plazoleta de diagonal 113 / C. Santoro

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