De la placidez del “all inclusive” a no poder pegar un ojo

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Por HIPÓLITO SANZONE

hsanzone@eldia.com

Atrás quedaron los días del “todo incluido”, del no saber qué elegir entre tantas cosas ricas para comer y tomar. De no preocuparse por nada, de dormir plácidamente, de sentir que las horas patinaban, se deslizaban entre tanto disfrute y comodidad. Eso era lo que esperaban del viaje planeado, de esas vacaciones cortas pero intensas para las que ahorraron, a las que destinaron buena parte del esfuerzo y de sus salarios. Y se fueron nomás a Punta Cana, el centro turístico más visitado en la República Dominicana donde la pandemia les apagó la luz y los dejó en sombras, varados en un país desconocido, fuera de esos hoteles de ensueño y teniendo que enfrentarse a lo peor de todo: la incertidumbre de no saber ni cuándo ni cómo volver.

Así hay alrededor de 800 argentinos, y la historia que cuenta Agustina López (33) es la de cuatro de ellos, platenses.

Por estas horas tienen posibilidades de abordar un vuelo que partiría hoy al mediodía.

“La incertidumbre es lo peor de todo. Esos lujos del hotel quedaron atrás y hoy no tenerlos es lo que menos nos importa. Lo que queremos es volver a casa”, dice Agustina, que viajó con su hermana Tatiana (25) y hoy comparte un departamento con otros dos platenses varados: Nicolás López Osornio (31) y Daniela Gessara (34) a la espera de una noticia que los saque de esa pesada incertidumbre.

El hotel donde estaban alojados cerró y los “invitaron” a irse. Tuvieron suerte que ocurrió cuando ya habían terminado sus siete días de vacaciones porque a otros la “invitación” les llegó a poco de haber llegado, cuando se declaró la pandemia y en los hoteles les dijeron que ya no podían alojarlos.

Ocupan un departamento por el que pagan 50 dólares diarios más el gasto de electricidad, un servicio con el que tienen que andarse con cuidado porque puede costarles hasta un 30 por ciento por sobre el precio del alquiler. A todo deben sumarle unos 40 dólares diarios en comida que compran en el supermercado. Eligieron un lugar cerca del aeropuerto para evitar grandes traslados: el alto costo de los taxis es otro tema. Y hay más: como tienen poco efectivo casi todo, especialmente la comida, deben comprarlo con tarjetas de crédito. “Todo lo pagamos 30 por ciento más caro por el Impuesto País”, recuerda Agustina para graficar mejor el paso de una vacación con todo incluido a tener que cuidar hasta la última moneda.

Y aquí otra vez la enemiga mayor: la incertidumbre. “No saber cuándo nos podremos ir te condiciona todo. No podés prever nada, no sabes si esto que gastaste hoy lo vas a necesitar más adelante. Es muy difícil todo”.

“La incertidumbre es lo que más duele, lo que angustia, lo que no deja dormir. Pasamos malas noches pensando, esperando noticias”.

 

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