Tiempos de cambios

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Por ROSANA CECILIA GRISOLÍA (*)

La cuarentena ha determinado cambios, no solo en la esfera socioeconómica. Se produjeron modificaciones en lo conductual, en la expresión de la afectividad y en la experiencia de la cotidianeidad.

¿Qué modificaciones se han producido en las conductas de los sujetos? La respuesta a este interrogante remitirá no solo a la situación referida al “encierro” sino, también, a las herramientas con que cuenten las personas para atravesar las circunstancias.

Aquellas -las herramientas- refieren a la singular historia, a las propias defensas ante situaciones críticas, a fortalezas y a debilidades frente a las pérdidas y a la capacidad de adaptación a las modificaciones del ambiente.

En circunstancias como la actual, pueden haber surgido crisis en los vínculos y, en algunos casos, separaciones de parejas. Cuando estas parejas son padres, más allá del duelo que supone la ruptura, hay que pensar y analizar qué repercusiones implica ello en los hijos.

Es decir, junto con el cambio de hábitos, los temores y las formas en que la familia en su conjunto esté atravesando el aislamiento que supone la cuarentena, los niños cuyos padres deciden separarse se ven confrontados a la elaboración de pérdidas, elaboración de duelos. Ello supone la posible emergencia de síntomas psíquicos, y aún físicos, que dan cuenta de un conflicto que requiere ser elaborado, que implica tiempo, y necesita atención y contención por parte de los mayores.

Cada niño elaborará la separación de sus padres de acuerdo a su propia historia vital. Historia que hace alusión a cómo se han establecido los vínculos con sus progenitores, las seguridades que ellos hayan podido aportarles hasta el presente, la claridad y calidad con que haya circulado la palabra en el ámbito familiar, y la expresión de los afectos.

En tiempos de aislamiento, donde tan necesaria es la palabra y la contención de los adultos, el quiebre de la pareja, el abandono del hogar de convivencia por uno de ellos, agudiza y convoca temores en los niños.

A los miedos derivados de la pandemia –cuyo atravesamiento ha de depender de las edades, de la comprensión, del apoyo y de las propias fortalezas subjetivas del niño-, se añaden nuevos temores:

¿Puede el hijo sentir la separación de sus padres como propia? ¿Qué sentimientos culpógenos pueden originarse en el menor ante el hecho?

Si la ruptura del lazo que unió a madre y padre supone un duelo para ellos, también lo supone para el hijo. La presencia física cotidiana de uno de ellos no ha de estar. Los hábitos familiares habrán de modificarse.

La incertidumbre acerca de cómo ha de recomponerse lo cotidiano y la pregunta explícita o implícita que pudiera formularse el niño: “¿estará mi papá o mamá para mí pese a esta separación?”, implica un trabajo psíquico que ha de realizar el menor; para ello es imprescindible que tanto papá como mamá ejerzan sus funciones, sean sostenes y garantes de la continuidad de los vínculos parentales.

 

(*) Psicóloga

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