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Espectáculos |Un personaje emblemático

Bond: la evolución del agente 007, entre la elegancia y la licencia para matar

La longeva franquicia ha cambiado no solo de actores protagonistas sino de estilos, según las tendencias del cine, de la moda y de la política. Repasamos los cambios radicales del espía al servicio de Su Majestad

Bond: la evolución del agente 007, entre la elegancia y la licencia para matar

Daniel craig

26 de Septiembre de 2020 | 04:19
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Cada era tiene su James Bond. El mítico personaje, creado por Ian Fleming en formato novelesco y con apariciones en la pantalla grande desde 1962, sostiene a lo largo del tiempo ciertas características (la elegancia, la virilidad, su afición por los martinis y las mujeres) pero cada época ha transformado a su imagen y semejanza al personaje, provocando la aparición de agentes 007 muy disímiles, incluso opuestos, en el cine.

Es que en varias oportunidades el nuevo Bond fue construido en oposición a su antecesor, un intento de los productores por mantenerse actuales y, a veces, por dejar atrás una franquicia que en varios momentos pareció naufragar, por anticuada, por pasada de moda. Aquí, repasamos los distintos ajustes que sufrió el personaje, desde Sean Connery hasta el posible próximo Bond, Tom Hardy.

Sean Connery

El primer Bond es, para la mayoría, el mejor y más emblemático de los 007. Y eso que a Fleming no le gustaba para el rol: contratado en 1962 para ser protagonista de “Dr. No”, Connery era un fisicoculturista escocés con poca experiencia actoral que se alejaba de la elegancia que había escrito el novelista a cambio de un Bond más rudo, un hombre de menos palabras, menos ocurrencias y más aristas afiladas, más promiscuo y letal que su contraparte literaria. Un Bond felino.

Aunque la producción fue en contra de los deseos de Fleming, no es que no estuvieran preocupados: querían darle más virilidad al personaje, pero debía tener de todos modos las formas elegantes de todo Bond. Por eso, el director Terence Young llevó a Connery a su sastre, a su peluquero y a los restaurantes y casinos de Londres, para sacarle un poco lo escocés e inculcarle algo del gentleman inglés.

Para completar la construcción, el emblemático sastre inglés Anthony Sinclair fue el encargado de crear los looks para el Bond de Connery, aportando varios de los trajes de tres piezas más emblemáticos de la longeva saga cinematográfica.

David Niven y George Lazenby

Connery fue parte de las primeras seis cintas de Bond, y luego se retiró a buscar nuevos proyectos. La productora Eon, encargada de los filmes originales, eligió entonces a George Lazenby para ser su sucesor, pero en paralelo se armó una producción de “Casino Royale”, la primera novela de Fleming, sin la producción de Eon: el protagonista sería David Niven, a quien el autor había señalado como la encarnación perfecta de Bond en 1962.

Niven mostró para qué lo trajeron: era un Bond diferente, que tocaba Debussy en el piano y cultivaba rosas negras. El actor tenía, además, 56 años cuando encarnó al agente, y fue construido como un Bond al borde del retiro, con sus grandes aventuras en el pasado. Era el primer golpe de timón en la imagen de Bond: Niven fue criticado por no tener filo, y nunca volvió a la franquicia.

Dos años más tarde, Eon lanzaba su primera película de Bond post-Connery, “Al servicio secreto de Su Majestad”, la primera y única aparición de Lazenby en la franquicia: lacónico, sin humor, algo duro, en lugar de transmitir seguridad y elegancia, aparecía en la pantalla algo engreído. De todos modos, dejó algunos de los más emblemáticos looks del personaje: Dimi Major lo vistió con trajes más ajustados que los de Connery, diseñados para combinar elegancia y practicidad, y su imagen es por por eso más moderna que la de varios de sus sucesores.

Roger Moore

Se fue Lazenby, entró Roger Moore. Moore tenía la mirada y el porte de un encantador playboy internacional, un bon vivant que dio vuelo y glamour al personaje, como nunca había tenido en la pantalla. Con ese aire de elegancia, Moore también trajo algo de liviandad a un papel que había sido interpretado hasta entonces con seriedad. Incluso, en las últimas películas la capacidad de Moore de salir intacto de toda situación, por ridícula que fuera, lo ponían al filo de la autoparodia. Un anticipo de ciertos rasgos que aparecían en Brosnan, y que volvían a empujar el péndulo Bond hacia el otro extremo: de la seriedad de Lazenby a las miradas cómplices de Moore, acompañadas por trajes más coloridos, una estética crecientemente pop que recuerda por momentos a la televisión de los 60. Muchos señalan que a aquel 007 le faltaba sustancia, gravedad pero Moore era un héroe de la vieja escuela. Llegó a siete filmes, y se retiró.

Timothy Dalton

La franquicia necesitaba una lavada de cara tras un par de fracasos comerciales, y del humorismo de Moore se pasó así a la seriedad de Dalton, un actor formado en el teatro clásico, que se tomó su papel en serio, leyó todas las novelas y llevó un Bond a la pantalla cercano al imaginado por Fleming. Había elegancia inglesa en esa mirada azulada, claro, pero también la frialdad emocional y el instinto despiadado de un asesino sin tiempo para la diversión y la indulgencia.

Vestido por Kenzo y Stefano Ricci, a Dalton le diseñaron trajes elegantes pero realistas, algo sueltos para mayor comodidad en el espionaje, sobrios, sin agregados para un Bond que no quería ser cool. No le fue bien a este oscuro 007: en la era de “Indiana Jones” y “Arma Mortal”, Dalton asomó apocado, algo aburrido, y tras dos entradas en la saga, dejó su lugar.

Pierce Brosnan

Tras dos fracasos con Moore y dos más con Dalton, la franquicia Bond parecía destinada a morir. Y entonces llegó Pierce Brosnan: encarnación de la elegancia y el encanto, pero también viril y de mirada letal, Brosnan encajó perfecto en el nuevo (otra vez) rumbo que diseñaron los productores para la franquicia. Bond recuperaría su humor y ocurrencias, e ingresaría de lleno en el terreno del cine de acción, pero sin ser un asesino frío, o perder el misterio ni esa cualidad tan inglesa, la elegancia sutil.

Un caballero para los tiempos modernos, Brosnan se acomodó perfecto, además, a los 90: la Guerra Fría había terminado, y no había por qué seguir siendo tan serios, lo que permitió a la franquicia recuperar su liviandad sin caer en los extremos de Moore. Es un Bond depurado, y sus atuendos lo reflejan: clásico pero con estilo, sus trajes inspiran todavía hoy publicidades de Armani, perfumes y relojes de alta gama.

Daniel Craig

Sin embargo, todo cambia. Brosnan cumplió con su contrato y estrenó su última película como James Bond, “Die another day”, en 2002, ante un mundo occidental completamente diferente. 007 debía cambiar y el volantazo llevó a la pantalla al primer Bond rubio. Si bien fue resistido, Daniel Craig es hoy considerado de los mejores agentes. Un Bond más áspero, para películas más ásperas también.

Con Craig, Eon reinició la saga, iniciando la historia en “Casino Royale”. Vestido para matar por Brioni y Tom Ford, Craig abrazó temprano la moda del nuevo siglo, vistiendo trajes sobrios pero bien ceñidos a su corpulenta figura: un héroe de acción “perfecto para el siglo XXI”, como definió el mismísimo Steven Spielberg, Craig se retirará de la saga (finalmente) tras “Sin tiempo para morir”, que debería estrenarse este año. Quien asoma con más chances para sucederlo es Tom Hardy, una elección que señalaría la decisión de la saga de continuar el rumbo actual y apostar por un Bond bien físico, alejado de la suavidad de Moore o Brosnan y más cercano al despiadado agente de Connery.

El personaje sostiene ciertas características en el tiempo pero cada época lo ha ido trasformando

 

 

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