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Opinión |Tendencias económicas

Se buscan “enemigos” en medio de la creciente crisis

Se buscan “enemigos” en medio de la creciente crisis

Ricardo Rosales
Ricardo Rosales

28 de Septiembre de 2020 | 05:04
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La información disponible es contundente en relación al feroz derrumbe económico que transita la Argentina, pese a lo cual el gobierno del presidente Alberto Fernández parece ignorar esa realidad e insistir en buscar “enemigos” y apuntar a fuerzas ocultas, grupos económicos concentrados, el capital financiero, el ex presidente Mauricio Macri o a los medios, las penurias que sufre la sociedad. Los anuncios del titular del BCRA, Miguel Pesce, que reforzaron el cepo cambiario, derivaron en una ola de desconfianza, con un conato de corrida bancaria, ampliación de la brecha cambiaria, con más pérdidas de reservas del Banco Central, suba del riesgo país y alarma de default de las empresas obligada a renegociar sus deudas en dólares. Sin embargo una evaluación que provendría de Olivos y el Instituto Patria, habría señalado a una “mala comunicación” lo ocurrido y no a las decisiones políticas.

Sucede a menudo que los gobiernos hacen responsables de sus malas decisiones a la comunicación, o los medios que relatan lo ocurrido. Aunque la información de la magnitud de la crisis económica es del Indec, el organismo oficial encargado de las estadísticas. La semana última es contundente en este sentido. La caída del PIB en el segundo trimestre (abril/junio) llegó al 19,1%, con bajas del 30,1% de las importaciones y 38,4% en la inversión; datos que superan a los de la crisis del 2001, con la debacle de la convertibilidad. Los números rojos además, se comparan con los del 2019, época en la cual el país ya estaba en recesión y con un estancamiento de una década al menos. Los porcentajes del desempleo también surgen trágicos en estos meses del año: el dato del trimestre asciende a 13,1% que transformado en personas significan 4,5 millones de trabajadores en dificultades, de los cuales 3,7 millones están desempleados.

Sin entrar en ciertos aspectos metodológicos de la encuesta del Indec realizada en plena pandemia, la progresión de caída del empleo viene en ascenso desde hace bastante tiempo, del 9%, 10% y 12% en los trimestres anteriores. Alrededor de la mitad de las personas desempleadas están localizadas en el conurbano bonaerense; y la mayoría de los especialistas estima que esta tendencia negativa a subir el desempleo se profundizaría en la encuesta oficial en las próximas entregas; con respecto de las dificultades metodológicas de la encuesta, los datos de actividad de la población tomados, podría estar minimizando el desempleo real. Todo esto ocurre pese a la prohibición por ley del despido y la doble indemnización, argumento que debiera ser suficiente para demostrar su inutilidad. En una crisis como la actual, esas regulaciones, al contrario de lo buscado, impiden la generación de nuevos empleos y frenan una recuperación del mercado de trabajo.

Unos dos siglos atrás, el filósofo idealista Hegel escribió sobre el fin de la historia, que Fukuyama lo reinterpretó como tesis en los ’90 anticipando el fin de las ideologías y también sobre que la historia se repetía; luego otro alemán pero materialista, Kart Marx, a mediados del siglo XIX agregó a la frase que primero ocurría como tragedia y luego como comedia. La referencia es utilizada de manera reiterada, a gusto del anfitrión; Cristina lo hizo a mediados del 2008 así como otros políticos antes y después. La Argentina parece hecha a medida del párrafo de “El 18 brumario de Luis Bonaparte” aunque quizás haya que considerar que la repetición de la historia es casi secuencial en nuestro caso y la versión “comedia” no es menos trágica que la primera. La última semana fue fructífera en pequeños episodios de esa naturaleza, con el “sarasiar” del ministro Martín Guzmán en la presentación del Presupuesto 2021 en el Congreso, días más tarde con el diputado sexista en el tratamiento del impuesto a los ricos, e inclusive con la recomendación del Presidente, de “acostumbrarnos a ahorrar en pesos”.

Se tratan de detalles frente a la enorme crisis de la Argentina, aunque pueden ayudar a explicar el vacío de credibilidad, la pérdida de decoro y respeto a la palabra que invade al tejido social y gran parte de las instituciones. Igual sucede con otros hechos anteriores: las indefiniciones sobre las tierras usurpadas, el uso de un decreto para intervenir una empresa, modificar la coparticipación primaria, declarar un sector como servicio público, o congelar precios y sancionar más impuestos en el Congreso. El telón de fondo de la tragedia no es solo la pandemia, con una cuarentena que resultó al menos parcialmente útil, sino la actividad económica que fue destruida por la decisión oficial de impedir su funcionamiento y no definir protocolos sanitarios que han sido habilitados en el resto del planeta, además de las decisiones gubernamentales que han profundizado la crisis del sector privado.

El inicio de las negociaciones del gobierno con el Fondo Monetario Internacional en pocas semanas, abrieron un impasse de cierta tranquilidad en el mercado financiero y el sistema bancario, aunque no soluciona ninguno de los problemas apremiantes. Alberto F. pasó de la pasividad respecto al inicio de esas conversaciones, esperando pierda la elección presidencial Donald Trump en octubre, a la urgencia de mostrar algo al mercado y el sector privado que descree de las políticas oficiales. Ese algo debieron ser primero el final del canje con los acreedores y luego la presentación del Presupuesto. Los dos pasaron sin pena ni gloria y ahondando el descrédito. El canje abrió con alguna expectativa y a los pocos días los nuevos bonos cayeron de tasas de rendimiento del 11% al 16%; igual con el Presupuesto al trascender que el desequilibrio fiscal (equivalente a nueva emisión monetaria) no sería del 2% sino del 4,5% y que habría más presión impositiva. El supercepo, los sectores políticos y del oficialismo que un año antes de las legislativas ya están en lucha, en plena pandemia y con una crisis descomunal, sin programa económico ni credibilidad, el futuro no pueden anticipar un final feliz sino la continuidad de un estancamiento económico cada vez más profundo.

 

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