El Pulga sigue en deuda pero debe recuperarse en la cancha

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Por FACUNDO ACHÉ

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Fue la gran apuesta de Gimnasia para este campeonato. Al Pulga Rodríguez lo sedujo un muy buen contrato pero rápidamente supo que las cosas no serían fáciles: se lesionó, fue casi espectador de la eliminación de Copa Argentina –más allá de su gol de penal, sobre la hora- y no termina de engranar en un equipo por momentos carente de la estructura que lo contenga.

Primer cambio indiscutible frente a Newell’s Old Boys, su salida con una mueca de fastidio debe quedar en eso. Más allá de que a esta altura no sean pocos los hinchas desilusionados con el presente de la figura y goleador del último campeón, el Pulga debe seguir siendo titular. Ya ha demostrado que es distinto. Es crack. Y un jugador así no puede ser más discutido que los obreros del fútbol que partido a partido levantan a los hinchas con un quite o un despeje al córner.

Se sabe, en todos los órdenes de la vida crear es mucho más difícil que destruir. Sin ir más lejos, Gimnasia tardó nada en romper la idea de equipo del cuerpo técnico anterior vaciándolo de jugadores claves y reemplazándolos con suplentes y apuestas. En ese contexto de reconstrucción.

Néstor Gorosito trabaja tratando de juntar los futbolistas con buen pie, aunque hasta ahora el resultado es un conjunto de jugadores que se pasa la pelota poco y nada.

El rompecabezas tiene algunas dificultades: las piezas no encastran bien. Hay jugadores de manejo pero con escasa dinámica y eso genera un equipo con buen pie pero lento, sin cambio de ritmo. La excepción a la regla es Johan Carbonero, quien de a poco empieza a dejar el traje de mediocampista con obligaciones defensivas. Fue evidente en los últimos dos partidos que Pipo le quitó obligaciones defensivas y pagó con goles. No fue casualidad.

Claro que las libertades para el colombiano van de la mano de –por ejemplo- las ataduras para Brahian Alemán obligado a darle una mano a Emanuel Cecchini en el centro del campo. El uruguayo ha asumido sus funciones con compromiso, tanto desde el juego como del contagio anímico. Fútbol y lucha en partes iguales para un jugador que suma y al que hace apenas un par de meses la cultura de la cancelación futbolera lo quería ver con el bolso armado y el ticket de Buquebús en la mano.

Justamente esa conclusión apresurada es la que Gimnasia no puede permitirse con Luis Miguel Rodríguez. Primero y principal, entendiendo qué se fue a buscar cuando se eligió al Pulga. No es un conductor, no es el dueño de la pelota que toca y toca armando los circuitos de juego.

Discontinuo, “lagunero” según la definición tablonera, marca la diferencia cerca del área rival. Si la jugada de ataque es el postre, él es la cereza. Pero, antes, tiene que haber un postre. No lo hay.

Gimnasia sigue siendo un equipo carente de volumen de juego. De hecho, en el triunfo ante los rosarinos, además del gol apenas un desborde de Carbonero sin final y un cabezazo de Coronel que Scocco despejó en la línea sacudieron la modorra generalizada. Nada más.

Con base en cierta solidez defensiva de la que Leonardo Morales asoma como principal bastión, el Tripero debe seguir sumando en partidos parejos que se definen en detalles. Va a ganar, empatar y perder porque no da certezas, es un equipo de mitad de tabla. Para crecer y ser otro en el futuro, deberá respaldarse en los buenos jugadores. Y el Pulga, que es de los buenos, tiene que seguir adentro porque es indiscutiblemente mejor que quienes hoy esperan afuera su oportunidad.

 

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