“Petite maman”: una fábula sobre madres, hijas y duelos
Edición Impresa | 16 de Diciembre de 2021 | 05:32

La delicadeza con la que la cineasta francesa Céline Sciamma transmite un torbellino de emociones vuelve a ponerse en escena en “Petite maman”, una película accesible para niños y mayores, que se estrena en cines hoy y donde las relaciones maternofiliales y la complicidad de una hija con su madre alcanzan el grado de cuento de hadas.
Una visión tan dulce como imposible que explica en apenas 75 minutos muerte, amor, vida y pérdida, y la complicidad de una amistad imposible entre una hija y su madre, a la que descubre jugando en un bosque con la misma edad que tiene ella: “Creo cada vez más que el cine tiene que tener magia, y cuando esos efectos mágicos se hacen de una forma sencilla, es cuando más llegan”, hasta el punto -explica la directora- de que el “truco” más espectacular de su filme “es el montaje, la herramienta más importante”, apunta.
Conocida y reconocida por sus profundos personajes femeninos, sobre todo, adolescentes y mujeres jóvenes, Sciamma, que pasó por las salas platenses recientemente con la premiada “Retrato de una mujer en llamas”, se va esta vez más atrás, a la infancia de una niña que no deja de ser ella misma. De hecho, cuenta que ella también sufrió la pérdida de su abuela y “Petite maman” concierne igual a la tercera generación, un “trío” que se retroalimenta de amor y que afecta tanto a la madre como a la hija en relación con la abuela ausente.
Y así empieza la película, en un asilo de ancianos donde la pequeña Nelly se despide de las compañeras de planta de su abuela, que acaba de fallecer.
Sciamma comentó, cuando escribía el guion, que esa escena la inspiró en cierto modo la forma en que muchos abuelos y abuelas murieron con la COVID, por eso la cinta también es “un pequeño homenaje a la pérdida”.
Nelly viaja con sus padres a la casa de la abuela, que es el hogar de la infancia de su madre. Mientras la madre se enfrenta a los recuerdos, la niña sale a buscar la casita de madera que su madre le cuenta que construyó en el bosque donde jugaba de pequeña. La niña descubre un camino que lleva a una cabañita que está construyendo Marion, la madre de Nelly, cuando tenía la misma edad que ella.
Las dos pequeñas -a las que dan vida las hermanas gemelas Joséphine y Gabrielle Sanz se encuentran y juegan sin más, y rápidamente establecen una conexión inconfundible. Y cuando se dan cuenta de la relación que las une, siguen comportándose igual. Es un encuentro mágico que no tiene ninguna explicación: no se atraviesan portales del tiempo, no hay superpoderes ni pócimas encantadoras, solo la narración sencilla de un hecho que se acepta. Sin más.
Esa propuesta increíble es, en cierto modo, un homenaje que Sciamma hace a las pioneras del cine, “por supuesto, a Méliès”, dice, y también a las mujeres que inventaron el realismo mágico, como Alice Guy o Germaine Dulac, y a las películas que la enamoraron y le crearon la necesidad de hacer lo mismo.
“Creo cada vez más que el cine tiene que tener magia”
Céline Sciamma,
directora de “Petite maman”
Si ya en “Tomboy” (2014), Sciamma situaba la preadolescencia en el centro del relato -la historia de un niño de 10 años que no acaba de confirmar su género-, “Petite maman” la ha confirmado que los niños “son los mejores personajes porque son gente que mira de forma muy profunda y que quiere entender las cosas. Los niños tienen la mirada más profunda que hay en el cine”, asegura.
La directora ya contaba con que la historia de “Petite maman” ya se ha contado “muchas veces”, realmente, apunta, porque se remonta a las fábulas mitológicas más antiguas.
Siempre que se le pregunta al respecto, la directora reclama que ni a los niños, ni a las mujeres se las respeta en el cine. Ni como personaje, ni como público: “Creo que tiene que ver con el modo de contar la verdad”, afirma.
Asimismo, señala que su deseo es que “Petite maman” se perciba como una experiencia colectiva, pero “por supuesto, -dice- también funciona cuando una la ve sola en su portátil”.
“El concepto de cine debería expandirse y hacerse más preciso, porque está todo muy mezclado y confuso; parece que todo gira sobre el tamaño de la pantalla. En mi opinión, si eso es lo que define al cine, mal vamos. Tendríamos que pensar qué es lo que define al cine realmente, para mí es la intimidad que se crea entre una imagen y una persona”, reflexiona.
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