Desde la infantilización hasta el abandono y los golpes

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María Isolina Dabove

Investigadora Principal del Conicet / UBA

En relación con la vejez, la violencia adopta múltiples ropajes que van desde la frecuente infantilización, o su contracara, la sobreprotección, pasando por la indiferencia, el abandono, el destrato o el maltrato, para llegar a prácticas claramente violentas como la de las sujeciones, los golpes, o la manipulación y el abuso afectivo, sexual o patrimonial. Tampoco faltan las actitudes de condescendencia, tan humillantes como la cultura de la castración, dirigidas ambas a imposibilitar que la persona mayor adopte y ejecute acciones por sí misma.

Por último pero no por ello menos importante, es igualmente violento el humor, que suele tener como blanco un concepto degradado de vejez que se ve agigantado cuando es aplicado a las mujeres, es decir, cuando el humor se transforma ni más ni menos que en burla descarada hacia las “viejas”. Lamentablemente, la televisión argentina no se priva de este tipo de programas, que, bajo el pretexto de la libertad de expresión, pretenden divertir a costa de la ridiculización de una persona solo porque es mayor.

La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (ratificada en Argentina) define al abuso, violencia y maltrato como toda “acción u omisión, única o repetida, contra una persona mayor que produce daño a su integridad física, psíquica y moral y que vulnera el goce o ejercicio de sus derechos humanos y libertades fundamentales, independientemente de que ocurra en una relación de confianza”.

La violencia hacia los mayores (llamada también, gerontofobia) ha dado lugar a múltiples razones “autojustificativas” que han causado una infinidad de mitos sobre esta etapa de la vida. El estereotipo de la inutilidad, improductividad o costo social de la vejez, la idea de que los mayores son como niños (caprichosos, egoístas, incapaces de comprender la realidad), la imagen de viejos asexuados, o bien, su contracara la de los viejos verdes o lascivos, son algunos de los muchos e ‘ingeniosos trajes’ que ejemplifican esta cultura nefasta tan naturalizada que cuesta, incluso, ponerla en palabras para describirla.

La pandemia ha puesto al desnudo nuestros prejuicios más ancestrales sobre la vejez, muchos de los cuales son, incluso, claramente violentos. Ojalá que este 15 de junio, comencemos a quitar las caretas y disfraces a estas prácticas. Ojalá que ampliemos nuestras conciencias y trabajemos para desterrarlas.

“Envejecer con derechos” es una posibilidad que sólo depende de cada uno y cada una de nosotras. Sumate, decile NO a los viejismos. Decile NO a la violencia en la vejez.

 

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