Ocurrencias: próceres de emergencia y bloopers presidenciales

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

NUEVOS PESOS.- Vuelven los próceres a engalanar los billetes de la Casa de la Moneda. Mauricio Macri, en un rapto de inspiración, había decidido ubicar allí fotos de animales, tratando de morderle algún digito a una inflación siempre hambrienta. Pero no hubo caso, por más esfuerzo que hizo el batallón de turucas, guanacos, cóndores y horneros, al final el peso se siguió derrumbando.

La historia enseña que se necesita más de un zoológico para atajar una inflación que es casi tan nuestra como la escarapela.

Ahora el presidente Alberto Fernández decidió volver a ubicar allí, en los pesos, a los próceres en serio, no los patriotas con instituto y viáticos.

Los futuros billetes se servirán una vez más de esos hombres ilustres que tienen plazas, estatuas y efemérides, que ganaron mil batallas, que vivieron y murieron pobres, pero que nunca pudieron vencer a esta inflación tan oronda y perdurable, un invento criollo a la altura de la birome y el dulce de leche.

Hoy, la Casa de la Moneda espera que estos gloriosos antepasados le hagan frente a una imparable devaluación que hizo trizas los yaguaretes y las ballenas de Macri. La animalada fracasó. Pasará a cuarteles de invierno y volverá a su hábitat con la cola entre las patas. Allí, sus congéneres se burlarán por ese fugaz estrellato que apenas les duró una gestión. Dejan bolsillos, cajeros y billeteras para volver a la naturaleza.

Al tomar nota de los magros resultados que obtuvo la fauna en esta incursión bancaria, el Gobierno convocó otra vez a Belgrano, San Martín, Sarmiento y Güemes -la nueva incorporación- quienes han preparado sus mejores galas para decorar el nuevo souvenir de una Casa de la Moneda que ya malgastó próceres y bichos y que no ha cesado de agregar ceros y mala conducta a su boletín de calificaciones.

La inflación perpetua es un invento criollo a la altura de la birome y el dulce de leche

La gripecita de Macri y los indios de Fernández mostraron la liviandad de ambos

Como hace tiempo que no aparecen nuevos héroes, no quedaba otra que acudir a los célebres de siempre, gente baquiana en coraje, sacrificio y milagros.

El viejo elenco fue traído de urgencia para ver si con su ejemplo y su fama logran rescatar una moneda en bancarrota, que aquí nos cuesta tanto y afuera no vale nada. San Martin, Belgrano, Sarmiento y Güemes están agotados y no ignoran que enfrentarán la parada más difícil, pero van a pelearla una vez más.

BLOOPERS PRESIDENCIALES.- La mejor noticia para las chances electorales del Gobierno esta vez no la trajeron las vacunas, sino una nueva aparición de Macri. Para poder mantener bien alto el nivel de furcios presidenciales, el ex aportó una definición falsa y absurda: caracterizó al virus como una “gripe, un poco más grave”, y aseguró que “nunca” creyó que fuera “algo” por lo que “uno tiene que estar sin dormir”.

Una muestra de insensibilidad que parece ignorar los 80 mil muertos que se cargó la pandemia y la sacrificada faena que cumple un personal de salud que primero debió soportar que Alberto los acusara de relajarse y ahora deben aguantar que otro presi insinúe que dejen de sobreactuar, que lo del virus no es para tanto.

La gripecita de Macri se suma a los indios de Fernández para dejar al descubierto la irresponsable liviandad de dos líderes que no dejan de errar y disculparse. En los dos casos, por supuesto, Alberto y Mauricio se apuraron a desdecirse y a buscar un perdón que no merecen. El fallido no miente, la aclaración sí.

¿Qué deben hacer dos políticos de tal relevancia cuando meten la pata? Un dicho español tiene la receta: “Lo urgente es esperar” .

DESAYUNOS COSTOSOS.- Lo que en otros países del mundo pasaría desapercibido, en Finlandia se transformó en un verdadero escándalo de corrupción: una investigación reveló que la primera ministra Sanna Marin utiliza fondos públicos para alimentar a su familia a la mañana en la residencia oficial. El gasto es de unos 30 dólares diarios. Pensar que aquí, hace justamente cinco años, el pobre José López, subsecretario de Obras Públicas del gobierno de Cristina, tuvo que hacer un depósito de 9 millones de dólares por un desayuno con escones y agua bendita en un convento de clausura de General Rodríguez. Fue con escopeta y efectivo. Confesó que no sabía dónde guardar tantas licitaciones.

 

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