El mito del Candiru, el pez vampiro que se alimenta de los genitales

El pez Candirú, también conocido popularmente como el pez vampiro es sin dudas el más temido del Amazonas. Sobre este espécimen cae el mito de que se puede meter por los genitales humanos, llegar al organismo y causar la muerte. Sus primeros estudios oficiales aparecieron en el s. XIX.

El terror que genera no condice con su tamaño pues es mínimo y casi indetectable entre tanto animal marino. Esta historia llegó a documentales de cadenas internacionales de noticias como la BBC y fue material de estudio de especialistas como Eugene Willis Gudger, en 1930.

El Candirú tiene una tonalidad algo transparente que le da la posibilidad de infiltrarse y pasar desapercibido en el agua. El mito asegura que éste aprovecha cuando las personas están en el agua para ingresar por los genitales y darle comienzo al terror.

A lo largo de los últimos cien años, muchas personas han asegurado ser víctimas del pez vampiro, pero son casi nulos los casos confirmados. La primera actividad se registró hace muchos años en manos de turistas europeos que afirman haberlo visto con sus propios ojos.

Otras versiones cuentan que el espécimen puede correr en contra de la corriente de la orina para llegar a los genitales o bien, saltar directamente desde el agua a su objetivo. Algunos más jugados dan cuenta de haberlo visto arrancar con su boca pedazos de piel e ingresar en el organismo.

Dentro del mito también se confiesa que el único método infalible para poder salvar la vida de los pacientes es, en tal caso, cortar el miembro de raíz. Un remedio más casero, pero tampoco comprobado por la ciencia, es sumergirse en aguas calientes o utilizar hierbas naturales que lo destruyan.

El único caso registrado hasta ahora fue hace 24 años en Manaos, Brasil. Una persona se acercó a un centro médico contando que el candirú había ingresado en su uretra. Un urólogo llamado Anoar Samad fue el encargado de finalizar con éxito la intervención que le salvó la vida. Este es el único registro científica y médicamente comprobado. A su vez, el científico Stephen Spotte ha dedicado los últimos años a encontrarle una respuesta a todos estos mitos.

 

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