Respuestas más rápidas y efectivas para evitar la violencia contra la mujer

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Opinión Editorial

Más de cinco mujeres o niñas fueron asesinadas cada hora por alguien de su propia familia durante 2021, según un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra cada 25 de noviembre.

De acuerdo con el estudio, de las 81.000 mujeres y niñas asesinadas el año pasado, 45.000 (alrededor del 56 por ciento) murieron a manos de sus parejas u otros familiares, es decir, cinco de cada diez.

“Detrás de cada estadística de feminicidio está la historia de una mujer o niña individual a la que se le ha fallado. Estas muertes se pueden prevenir: ya existen las herramientas y los conocimientos para hacerlo”, expresó la directora ejecutiva de la ONU Mujeres.

Tales datos resultan escalofriantes y duelen todavía más, si se toma en cuenta que viene creciendo en el mundo una decidida conciencia a favor de la igualdad de los mujeres y una decisión firme acerca de que la vigencia de los derechos humanos no puede ni debe tener sexo preferencial o relegado.

Para poner fin a todas las formas de asesinatos de mujeres y niñas relacionadas con el género -añadieron desde la ONU- “necesitamos contar a todas las víctimas, en todas partes, y mejorar la comprensión de los riesgos y los impulsores del feminicidio para que podamos diseñar respuestas de prevención y justicia penal mejores y más eficaces”.

Con respecto a las medidas que deben tomarse para prevenir los femicidios, la ONU indicó que se debe combinar “la identificación temprana de las mujeres afectadas por la violencia, y el acceso a un apoyo y protección centrados en las supervivientes”.

Es verdad que viene creciendo, como se ha dicho, una reacción cultural en favor de la plena igualdad de derechos y posibilidades de varones y mujeres. Sin embargo -y a pesar del ominoso silencio que mantienen entidades supuestamente dedicadas a la defensa de los derechos humanos- en lugares como Afganistán y otros países persisten desigualdades para las mujeres que deberían llenar de ignominia a los regímenes totalitarios que las siguen promoviendo.

El atraso mayor, como se ha dicho, parece seguir estando en el plano cultural, con una sociedad que aún no ha comprendido los diversos grados de violencia que siguen acosando y acechando a las mujeres.

Pese a que, como se dijo, hay pasos positivos, en la sociedad argentina persisten sin duda omisiones y errores en las estrategias institucionales -sean legislativos, judiciales o policiales- para combatir la violencia de género.

Es impropio considerar que las campañas puestas en marcha sean inefectivas. Existieron consistentes avances culturales, pero aún teóricos, que no se convierten en hechos positivos concretos. La distancia entre esas buenas intenciones y la realidad sigue siendo muy grande y esa es la brecha que debe cubrirse. Mientras tanto, las mujeres continúan como víctimas indefensas de homicidios, golpes, amenazas, malos tratos psicológicos y físicos.

Es verdad que faltan dar pasos concretos hacia la vigencia de una nueva concepción sobre el tema, que debería basarse en una educación temprana sobre los niños y jóvenes, para consolidar la vigencia de una cultura comprensiva de la igualdad de derechos de ambos géneros. Y que, al mismo tiempo, oponga barreras eficaces a la violencia contra las mujeres. Es de esperar que la humanidad avance hacia esas metas.

 

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