Preocupa la situación de un cangrejo que es clave para testear vacunas

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Con su caparazón en forma de casco, una larga cola puntiaguda y cinco pares de patas, los cangrejos herradura o límulos son unos animales marinos extraños pero vitales para la seguridad de las vacunas.

Su sangre azul brillante, que se coagula en presencia de compuestos bacterianos dañinos llamados endotoxinas, es esencial para probar la seguridad de los productos biomédicos desde la década de 1970, cuando se ha dejado de hacer pruebas en conejos.

Durante 450 millones de años, estas criaturas colonizaron los océanos del planeta. Fueron testigos de la aparición y desaparición de los dinosaurios y de cómo los primeros peces se transformaban en animales terrestres y después en humanos.

Hoy, sin embargo, estos “fósiles vivientes” son una especie vulnerable en Estados Unidos y en peligro de extinción en Asia debido a la reducción de su hábitat, su sobreexplotación con fines alimentarios y su uso como cebo o por la industria farmacéutica, un sector de gran crecimiento desde la pandemia de Covid-19.

El término “cangrejo” es inadecuado para estos animales, más cercanos a las arañas y los escorpiones y que cuentan con cuatro subespecies: una que vive en la costa atlántica de América del Norte y en el Golfo de México y las otras tres en el sudeste asiático.

Los cangrejos herradura del Atlántico tienen 10 ojos y se alimentan aplastando la comida, sobre todo gusanos y almejas, entre sus patas antes de llevársela a la boca.

Cada año la industria farmacéutica captura unos 500.000 y usa su sangre para obtener una sustancia química llamada Limulus Amebocyte Lysate, que identifica un tipo de bacteria que puede contaminar medicamentos, agujas y dispositivos como prótesis de cadera.

Alrededor del 15% de los cangrejos herradura mueren en este proceso y los supervivientes son devueltos al mar.

Un nuevo proceso sintético, llamado factor C recombinante, parece prometedor pero aún no se ha regulado.

Los cangrejos herradura son una “fuente limitada con una demanda potencialmente infinita, y esas dos cosas se excluyen mutuamente”, explica Allen Burgenson, de la empresa suiza de biotecnología Lonza, que fabrica el nuevo test.

 

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