“Estaba convencido de que podía ser cura y tener familia”

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El caso de Gustavo Gleria (59) es bastante particular porque siguió ejerciendo hasta cuatro años después de haber iniciado la convivencia con su actual esposa y madre de sus dos hijos, en momentos en que la mayor tenía ya tres años.

“Estaba convencido de que podía ser cura y tener familia. La gente de la parroquia no sé si abiertamente lo aceptaba, pero no me condenaba”, contó este excura que ingresó al seminario cuando tenía 16 años.

Gleria conoció a su esposa cuando se desempeñaba como párroco de la iglesia donde los padres de ella concurrían asiduamente y por eso primero los unió una gran amistad antes de que floreciera el amor que los mantiene juntos hasta ahora.

“Yo de chico tenía mucha ilusión de cambiar el mundo más que plantearme mi paternidad, eso ni se me cruzaba. Más adelante me lo replanteé ya siendo cura y cuando me cambiaron de parroquia estando ya con mi esposa, tomamos la decisión de tener un hijo”, contó.

Gleria explicó que no fue su paternidad lo que lo llevó a abandonar el ministerio, sino el deterioro al que había llegado su relación con las autoridades de la Iglesia en pleno debate por el matrimonio igualitario que apoyaba.

“El miedo que tenemos todos los que queremos dejar el sacerdocio es no conseguir trabajo y de hecho yo me quedé en ‘Pampa y la vía’. Abrirme paso me costó mucho,”, aseguró quien hoy se desempeña como maestranza en un colegio donde, por su formación académica, podría estar enseñando cualquier materia humanística.

Su hija Sara, que está cursando el quinto año en un colegio de la localidad cordobesa de Agua de Oro, contó que “de más chiquita veía como una ventaja” tener un padre excura porque podía “presumirlo” en las clases de catequesis y le decían “¡wow, tu papá es cura!”, sostiene. Y luego agrega: “Actualmente no me influye en nada porque no es ese tipo de cura que se tiene en mente, muy estricto o súper católico, nada que ver”.

 

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