Vacaciones de invierno: entre los paseos y el descanso

Aseguran que en el afán de evitar que los niños se aburran muchas veces se deja de lado el objetivo principal del receso, disfrutar del tiempo libre sin obligaciones ni horarios

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Las vacaciones de invierno suelen ser el momento más esperado por los niños, dos semanas sin madrugar, sin horarios que cumplir, con todo el tiempo disponible para su propio deseo. Pero para los padres muchas veces el receso implica todo lo contrario, deben planificar actividades que complazcan los gustos de toda la familia, que los mantenga ocupados, sin perder el objetivo puntual de las vacaciones, el descanso.

Generar un equilibrio entre las actividades recreativas y el tiempo de descanso es difícil de lograr. En ocasiones los padres en el afán de entretener a los chicos, planifican todo tipo de paseo y de pronto la familia retoma un ritmo digno de la rutina en el que se encuentran corriendo para cumplir con las horas de las funciones teatrales, de cine o del espectáculo al que desean asistir.

Para no terminar en una vorágine en la que los niños se vean obligados a cumplir con algo que tiene como objetivo principal el esparcimiento es importante “poder hacer una distinción entre lo que es una obligación de lo que es un descanso, lo que tiene que ver con cumplir de lo que respecta al tiempo libre. En ese sentido que las vacaciones de invierno puedan marcar un corte, un momento de no obligación, de otros tiempos, otras actividades, otros horarios, me parece importante”, señaló la Licenciada en Psicología Ana Laura Llull Visotsky (MP 56397).

“Durante el año lectivo los niños van al colegio o al jardín, permanecen muchas horas bajo normas, aprendiendo, pensando, por lo que está bueno que el receso sea un momento donde haya lugar para otra cosa, otros horarios, aquello que no se puede hacer en otro momento, eso es saludable”, expresó la licenciada.

Pero no se trata solo de hacer actividades que requieran de mucho tiempo de planificación ni de grandes gastos sino también de cosas más simples dentro de casa y que durante el año quedan relegadas por los tiempos acotados. “En la diaria quizás las familias no pueden compartir en el hogar, por eso es un momento para aprovechar y hacer un almuerzo, una mesa, ver una película o dar un paseo”, ejemplificó. No es necesario esperar hasta vacaciones “los fines de semana podemos corrernos de las obligaciones, los horarios, el cumplir” y hacer cosas que “puedan pasar por el disfrute, las ganas y el sin sentido”, agregó.

Perderle el temor al aburrimiento

La pregunta por el qué hacer con los chicos en vacaciones tiene distintas aristas de análisis, por un lado si los padres trabajan deben hallar la manera de que ellos no se queden solos durante las horas que habitualmente están en el jardín o en la escuela. Pero por otra parte esta inquietud está ligada a algo más profundo que desvela a grandes y chicos: el temor al aburrimiento.

 

Qué las vacaciones de invierno puedan marcar un corte, un momento de no obligación, de otros tiempos, otras actividades, otros horarios, me parece importante”

Ana Llull Visotsky
Licenciada en psicología

 

Con tal de evitar el aburrimiento las personas se cargan de actividades, cosas que tal vez no son de su interés pero que ayudan a matar el tiempo y a que las horas corran más rápido. Pero al contrario de lo que se piensa “encontrarse con el aburrimiento puede ser un lugar de creatividad”, sostuvo Llull Visotsky. Esto no implica una cuestión de “empujar al ‘bueno, que encuentre qué hacer solo’” pero tampoco está bueno el “otro extremo de llenarlos de actividades”, explicó.

Es que en ocasiones “el aburrimiento puede ser un precursor de la creatividad y rescatarlos siempre de eso evita la oportunidad de que puedan crear por ellos mismos, o al menos -y no menor- que puedan ser ellos también quienes decidan lo que tienen ganas de hacer”. Dato no menor es “como este tema recae en el uso de pantallas, para que los niños se queden quietos, no hagan ruido”, detalló.

“Debe haber momentos para cada cosa. Hay juegos que nunca pierden vigencia, que los motiva, los entusiasma. Siempre que se pueda, también los momentos compartidos. Acompañarlos a explorar, innovar, aprender, y aprender jugando es un fabuloso plan, y un gran momento”, aconsejó la licenciada que trabaja con infancias en centro pediátrico en Criança de Berisso.

Los niños y el estrés

Se suele minimizar el impacto de las responsabilidades con las que cargan los niños, pero estos por más pequeños que sean pueden sufrir en carne propia las consecuencias de las exigencias y desarrollar estrés.

“Por supuesto que la sobrecarga de actividades también los cansa. Un adulto que trabajo todo el día llega a su casa, quiere distraerse, descansar, pensar en nada, mirar una serie, leer un libro. ¿Qué nos puede llevar a pensar que un niño no tendrá la misma necesidad o ganas?”, se preguntó Llull Visotsky.

Ante esto “vuelvo siempre a la misma separación, poder marcar la diferencia entre las responsabilidades y el descanso es importante y necesario”, detalló y aseguró que al momento de sentir el cansancio “los niños lo explicitan claramente”.

Es importante preguntarles qué les pasa, qué quieren hacer porque “son muy lúdicos, en muchos lugares y momentos buscan el juego, charlan, se dispersan. Muchas veces son traídos al consultorio, van de derivación en derivación, de profesional en profesional, y cuando se indaga son niños a los que no se les está dando lugar a vivir su infancia”, aseveró.

Esta pérdida de momentos de esparcimiento que completan la infancia se da porque de pronto toda la agenda de los niños se vuelca a “lo pedagógico, lo normativo, el deber, las obligaciones. He escuchado ante la clara negativa de ‘no me gusta esta actividad’ que los padres le responden ‘tiene que hacer algo’, y se trataba de una actividad extraescolar que se supone debe pasar por otro lado, porque para obligaciones ya están las obligaciones”, planteó y se explayó: “Con esto no digo el no proponerles, invitarlos a que hagan algo más, pero que pase por otro lado. Después no entendemos ciertos comportamientos. Hoy siento que se patologiza toda y cada una de las conductas sin preguntarnos qué podemos tener que ver, como adultos, en aquello que les pasa”.

En definitiva durante estas semanas “me parece importante resaltar que cada familia hace lo que puede. No todos los padres tienen la posibilidad de poder quedarse con sus hijos, estar de vacaciones. Muchos optarán por colonias de invierno porque no tienen con quien dejarlos o algunas rutinas se mantendrán”, dijo y deslizó que antes que pensar qué hacer con los chicos es mejor “involucrarlos hacerlos parte de lo que sucede y las decisiones que se toman. Por ejemplo las posibilidades y disponibilidades tanto de tiempo como económicas que hay. Dialogar con ellos, explicarles, hacerlos parte”.

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