El legado de Sor María Ludovica, por las calles de la Ciudad
Edición Impresa | 20 de Octubre de 2024 | 03:16

A 20 años de la beatificación de Sor María Ludovica, el centro de la Ciudad fue sede de una nueva demostración de fe católica que recordó el legado de la religiosa con una manifestación callejera que partió del Hospital de Niños -donde la religiosa realizó su labor comunitaria- y finalizó en la Catedral.
Bajo el sol intenso de la tarde primaveral se pudo ver a cientos de niños, adolescentes y jóvenes de grupos de Scouts, fieles de las distintas comunidades parroquiales, sacerdotes, movimientos, autoridades y personal de ese hospital, junto con las hermanas de la congregación Hijas de la Misericordia, que llevan adelante diversas tareas en el nosocomio.
La movida atrajo la atención en el intenso movimiento en la previa del Día de la Madre. Carteles, globos, pañuelos y hasta una figura de cartón daban marco visual al entusiasmo que iba también en cánticos con el nombre de la beata y agradecimientos a su vida, su obra y legado. Los globos azules representaban a cada uno de los niños que por diversos motivos de salud están en los pabellones del hospital.
Ya en la Catedral, se celebró la Misa de acción de gracias, que fue presidida por el Administrador Apostólico, Alberto Bochatey
En un templo colmado, Monseñor Bochatey recordó que “estamos celebrando nada más y nada menos que el misterio de la santidad personal. Nuestra beata Ludovica que va camino a la santidad es una de nosotros, entre nosotros”, indicó.
“Ludovica -dijo- era una persona cercana a nosotros. Ella llegó a una ciudad y a una Argentina de principios del siglo XX y encontró una tierra de inmigrantes que comenzaban a llenar nuestra patria, una Argentina con muchas capacidades y potencia para el futuro, pero también con mucha pobreza. También se encontró con muchos niños que querían crecer, querían tener la vida de la sabiduría, de la fe, del conocimiento y de la salud; encontró un hospital con muchas necesidades y ese misterio tremendo de la enfermedad de los niños”.
Finalmente, pidió que las “ideologías de turno no perturben la espiritualidad del Evangelio, no destruyan el rol de identidad preciso que tenemos cada uno y cada una de nosotros/as en la Iglesia”.
En 1907 la congregación Hijas de nuestra señora de la Misericordia, con sede en Savona, Italia, y a cargo del Hospital platense, envió a un grupo de religiosas, entre la que se encontraba Antonia de Angelis (Sor María Ludovica). La recién llegada religiosa recibió la orden de dirigirse al Hospital de Niños. Cuando llegó, fue destinada a la cocina y la despensa. El entonces director, Carlos Cometo, al observar su desempeño y eficiencia, la nombraría en años posteriores “Administradora del Nosocomio”. Su accionar se veía reflejado en el orden, la limpieza y el cuidado de todas las instalaciones que hicieron que el Hospital fuera un orgullo de los platenses. Su obra culminó el 25 de febrero de 1962 al fallecer, lo que inmediatamente derivó en una gran consternación en toda la Ciudad. Poco después, en 1963, el Hospital pasó a llevar su nombre.
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