Un mundo paralelo en el que no faltan ni los masajistas

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Un pantalón de niño se ofrece prolijamente doblado. Tiene un cartel que pide 3.000 pesos, a la derecha se muestra una remera de mujer y a la izquierda, tres bolsas con cinco limones cada una. Todo sobre una manta extendida sobre el cesped de la Plaza San Martín. A un lado, la Casa de Gobierno; a otro, la Legislatura, y en un tercer frente se alza el Pasaje Dardo Rocha.

En el extremo que da a la intersección de 6 y 51, un masajista ofrece su servicios, al calor del sol del otoño. Dicen los puesteros que también hay un servicio de manicuría, pero que “la señora todavía no llegó”.

El despliegue de vendedores abarca, prácticamente, todos los pasillos de la plaza. Y también una mezcla de rubros que va desde verdulería, óptica, anteojos, zapatería y cosmética, justo los que ofrece el centro comercial.

 

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