Del trastorno a la frustración sexual
Edición Impresa | 12 de Enero de 2025 | 02:03

En un mundo hiperconectado donde el acceso a internet es prácticamente ilimitado, la pornografía se ha convertido en una presencia constante en las pantallas de millones de dispositivos. Sin restricciones efectivas y con algoritmos que facilitan el contenido explícito, niños y adolescentes están cada vez más expuestos a material que no solo no está diseñado para ellos, sino que además puede generar efectos devastadores en su desarrollo emocional, social y afectivo.
El consumo de pornografía entre niños y adolescentes es una problemática que ha ido en aumento con la accesibilidad de internet y las redes sociales. Según estudios recientes, 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía, y muchos de ellos comienzan a hacerlo entre los 10 y 12 años. Este acceso temprano a contenido sexual explícito puede tener consecuencias significativas en su desarrollo y en sus relaciones interpersonales.
El uso de la pornografía como modelo distorsionado de educación sexual, el impacto de la violencia de las imágenes y la persecución de estereotipos corporales, además de frustración y ansiedad son algunos de los efectos que puede causar el consumo de pornografía al que acceden niños y adolescentes sin supervisión de los adultos para intentar saciar su curiosidad sexual.
Según un estudio reciente de Save the Children, el primer contacto con la pornografía se sitúa en torno a los 12 años en el caso de los chicos y los 12 años y medio en el caso de las chicas, pero la misma fuente señala que el acceso a este tipo de contenidos puede iniciarse incluso antes de los diez años.
Las estadísticas de Save The Children muestran que los adolescentes cuando intentan imitar lo que ven, no siempre solicitan consentimiento previo a su pareja. El 12,2% de los varones ha actuado sin el asentimiento explícito de su pareja y sin que a esta le haya parecido bien, este porcentaje se reduce al 6,3% entre las chicas.
Del porno a la realidad
Especialistas en sexualidad coinciden que la pornografía da una imagen sobre la sexualidad totalmente alejada de la realidad que a los adolescentes les cuesta diferenciar. Principalmente porque están viendo en esas escenas relaciones sexuales con prácticas que no son del todo habituales, con cuerpos que no son habituales y respuestas sexuales que tampoco responden al mundo real. Según los profesionales, el problema frecuente inicial es que “los adolescentes ven hombres erectos desde el primer minuto y durante toda la película, con penes enormes y mujeres que llegan al orgasmo en poco tiempo, con importancia excesiva a las relaciones coitales y con un falocentrismo brutal”.
De este modo, los varones crecen “con cierta frustración y ansiedad, y su autoestima se ve resentida por no llegar a ese nivel”, opinan. “Son adolescentes, pero no son tontos”, añade, “saben que no es real, pero sí que lo asumen como tal porque es lo único que conocen sobre el sexo, así que cuando llegan a las relaciones sexuales reales piensan que para que sea satisfactoria tiene que llevar a un tipo de prácticas que no son lo que más le apetece a la chica”. La psicóloga alerta de que esto crea una serie de frustraciones en ellas porque creen que “deberían de disfrutar de ciertas prácticas que no disfrutan”.
Creer que se aprende de sexo
Podemos definir la pornografía como la principal herramienta para construir símbolos, mitos y referentes relacionados con la sexualidad y las relaciones eróticas. A partir de este imaginario se van catalogando, jerarquizando y normalizando ciertos cuerpos, ciertas identidades y ciertas formas de tipos de encuentros eróticos.
Esto no es necesariamente un problema si nos asomamos a la pornografía con una adecuada educación sexual, si ya sabemos que los cuerpos, los genitales o las identidades son diversas, al igual que la orientación del deseo o los tipos de relación erótica. Pero esta no parece ser la realidad.
Es habitual escuchar, de forma coloquial, la etiqueta de “adicción sexual”. La Organización Mundial de la Salud decidió incluir el diagnóstico de trastorno por comportamiento sexual compulsivo (TCSC) en la undécima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) como un trastorno que se caracteriza como “un patrón persistente de incapacidad para controlar los impulsos sexuales intensos, resultando en comportamientos sexuales repetitivos”.
Según estudios recientes, 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía
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