Estatua, medalla y corazón: las reliquias que llevó Estudiantes para la familia de Miguel Ángel Russo

El homenaje más profundo no siempre se da en palabras. A veces, se expresa en gestos, en símbolos cargados de historia, en silencios compartidos. Así fue como Estudiantes de La Plata acompañó el último adiós a Miguel Ángel Russo, uno de los grandes ídolos de su historia, en el velatorio que tuvo lugar en La Bombonera.

Una delegación encabezada por el presidente Juan Sebastián Verón, junto a parte de la comisión directiva, se hizo presente para rendirle tributo al hombre que vistió más de 400 veces la camiseta albirroja y que, fiel a sus convicciones, jamás defendió otro escudo dentro del campo de juego. La institución platense llevó al lugar una serie de objetos significativos, verdaderas reliquias para su familia y para la historia pincha: una camiseta firmada por todo el plantel profesional, una medalla conmemorativa del centenario del club, una pelota, una corona de flores y una réplica en miniatura de la estatua de Osvaldo Zubeldía, símbolo del legado futbolístico y humano que Russo tanto admiró y ayudó a perpetuar.

El gesto no fue casual. Aquella estatua, que hoy adorna el Paseo de los Profesores en UNO, fue posible gracias a la colaboración de muchos hinchas y personalidades vinculadas a Estudiantes. Entre ellos, el propio Miguel Ángel Russo. Meses atrás, el periodista y escritor Jorge “Tati” Ocaña, impulsor del proyecto, reveló que Russo fue uno de los aportantes más comprometidos, realizando una importante donación económica para que la obra pudiera concretarse sin costo alguno para el club.

El proyecto se financió con una colecta de llaves y con 17 aportantes privados. Miguel fue uno de ellos, junto a Martín Palermo, Roberto Nanni y Gastón Córdoba, entre otros. Aquella acción, silenciosa y desinteresada, hoy adquiere un valor inmenso: el propio Russo contribuyó a inmortalizar la figura de su maestro, y con el paso del tiempo terminó siendo también parte de ese mismo linaje que honra la identidad pincha.

Durante el velatorio, Juan Sebastián Verón permaneció junto al féretro, acompañando a la familia en un gesto de respeto y reconocimiento. No había discursos, ni flashes innecesarios: solo la presencia del club de sus amores despidiendo a un hombre que lo representó en cada paso de su vida, dentro y fuera de la cancha.

Miguel Ángel Russo fue mucho más que un futbolista y entrenador exitoso. En Estudiantes fue símbolo de lealtad, de esfuerzo, de pertenencia. Desde su debut en 1975 hasta su retiro en 1988, fue parte de una generación que entendió el fútbol como una forma de vida, marcada por los valores de Zubeldía y por el amor incondicional al club.

El Pincha, en su esencia, sabe de memoria que la gratitud no se declama: se demuestra. Por eso, en ese adiós íntimo y respetuoso, cada objeto entregado por la delegación albirroja representó un capítulo de la historia compartida entre Russo y Estudiantes. Una camiseta firmada, una pelota, una medalla... y una presencia que trascenderá para siempre.

En La Bombonera, mientras sonaban aplausos y se multiplicaban las lágrimas, como hinchas de tantos clubes Estudiantes también estuvo ahí. No podía faltar. Porque despedir a Miguel Ángel Russo fue también reafirmar lo que él enseñó toda su vida: que los vínculos verdaderos no se rompen, que el sentido de pertenencia no se negocia, y que las leyendas, cuando nacen del corazón, nunca mueren.

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