Hay que usar el superávit fiscal para comprar dólares y pagar deuda, no para bajar el dólar

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Jorge Colina

eleconomista.com.ar

El Estado nacional argentino tiene un severo problema de credibilidad. Prueba de ello es que tiene superávit fiscal y una deuda de 65% del PBI, la cual para otros países sería muy manejable. Sin embargo, está ahogado en una crisis de deuda. Esto es, no puede renovar toda la deuda que se le vence porque los inversores financieros extranjeros no creen que Argentina pueda pagarla, aun cuando quiera pagarla (si algo no le falta al presidente Milei es voluntad de honrar las deudas).

Por eso tiene más 1.000 puntos de riesgo país cuando los países vecinos tienen menos de 200 puntos, teniendo déficits fiscales y en algunos casos más deuda que Argentina.

La crisis de credibilidad es extensiva a los inversores no financieros, o sea, los productivos. Los que deberían traer inversión extranjera directa para plantar fábricas y nuevas tecnologías. Para ellos, se inventó el RIGI, con el juramento de que dólar que traigan con el RIGI podrá salir de la Argentina sin cepo que valga. Los potenciales inversores dieron muchos anuncios a favor a los que no le faltan loas en primeras planas de diarios, pero, luego, la guita no llega. O sea, les falta para creer en Argentina y traer sus dólares para plantarlos en el país.

El comportamiento argentino

La crisis de credibilidad es extensiva también a los propios argentinos. Desde que terminó el cepo en abril, los argentinos lo único que hicieron con sus ahorros fue comprar dólares. En abril mismo, nomás, compraron por homebanking (”divisas sin fines específicos del sector privado no financiero”) 2.500 millones de dólares que fue creciendo hasta llegar en julio a 6.500 millones y agosto a 4.300 millones de dólares (el de julio debe haber sido el efecto aguinaldo). En cualquier caso, los argentinos son una máquina de comprar dólares. La razón: “por las dudas, nunca se sabe que va a pasar en este país”.

El apoyo de Trump

En este escenario, el gobierno encontró a dos que creen en la Argentina: Donald Trump y su secretario del tesoro americano Scott Bessent.

En setiembre le dieron efusivas muestras de apoyo que generó un impetuoso entusiasmo en los mercados financieros. No es poca cosa. Dos grosos te apoyan. En este caso fue por X.

El entusiasmo fue tan impetuoso como efímero. Volvió el escepticismo, volvió a subir el dólar y el equipo económico se instaló en Washington para efectivizar la ayuda anunciada. Los dos amigos grosos ratificaron su apoyo vendiendo dólares en la Argentina para que se valorice el peso y anunciaron además un swap por 20.000 millones de dólares. La euforia en los mercados fue majestuosa.

Bueno, después vino el presidente Trump y dijo que si Milei no ganaba las elecciones se caía toda la ayuda. Los mercados se desplomaron. Son ciclotímicos. El amigo Bessent quiso volver a dar clima de fiesta anunciando que se estudia ampliar a 40.000 millones de dólares la ayuda, pero, ya están los mercados cansados de euforia y depresión. Así que, no hubo reacción. Es como la resaca después de tanta fiesta.

La gran confusión

A la falta de credibilidad de la capacidad de honrar la deuda pública, al Gobierno se le suma la falta de credibilidad en el famoso “poder de fuego” para intervenir y controlar el dólar. Antes, se medía con cuantos dólares contaba el Banco Central para bajar el dólar. Paradójicamente, tiene muchas balas (40.000 millones de dólares de reserva), pero no son de él. Son de China (por un swap) y del FMI (por el préstamo de abril). Ahora se sumarían 40.000 mil millones de dólares más, según Bessent, pero todas balas prestadas. No se sabe si se puede usar cuando ataquen los especuladores.

“La crisis de credibilidad es extensiva a los inversores no financieros, o sea, los productivos”

Entonces, entra el Tesoro nacional (Ministro Caputo) a usar sus balas para bajar el dólar. Entre fines de setiembre y principios de octubre tenía 1.700 millones de dólares (balas) y le quedarían unos 300 millones de dólares (con el dólar en el techo queriendo volar). Aquí es cuando llegó el Llanero Solitario y su compañero Toro (Trump y Blessent) a usar sus balas para espantar los comanches que compran dólares especulativamente.

Aquí hay que aclarar que el que tiene que intervenir en el mercado de cambios para estabilizar es el Banco Central, no el Tesoro nacional.

El Tesoro nacional no tiene que estabilizar el dólar. Él tiene que comprar dólares todo el tiempo para pagar su deuda y alejar así su crisis de credibilidad. El Tesoro nacional no tiene que mostrar “poder de fuego” para vender dólares y manejar su precio. Tiene que mostrar que compra dólares para pagar su deuda y así calmar al dólar y al riesgo país.

La batalla del Tesoro nacional

El Tesoro nacional esta inmerso en una batalla que no es la de él (controlar el dólar). Y el Llanero Solitario y Toro vinieron a salvarlo porque estaba perdiendo esa batalla. Pero van a salvarlo una sola vez. Si los especuladores siguen atacando y Milei no gana votos, ya dijo el Llanero Solitario que la ayuda concluye.

El ordenamiento necesariamente viene por aclarar los roles. El Banco Central debe ocuparse del dólar. Ahora, si solamente tiene “poder de fuego” prestado (swap chino, FMI y ahora swap americano) parece que debería revisar la política cambiaria. Porque “poder de fuego” tiene, pero es de los otros; que, hasta ahora, no se mostraron copados con usar ese “poder de fuego” para controlar el dólar.

El Tesoro, por su parte, tiene que concentrarse en usar el superávit fiscal para comprar dólares a fin de pagar su deuda. Y por aquí viene la salida de la crisis. Usando el superávit fiscal para recuperar credibilidad. Esto hará bajar el riesgo país y el dólar.

 

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