Escándalo real: el príncipe Andrés, al borde del desalojo por el caso Epstein

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En el corazón de Windsor, el silencio del Royal Lodge —una mansión de 30 habitaciones donde el príncipe Andrés vivió por dos décadas junto a su exesposa Sarah Ferguson— se quebró. La Casa de Windsor enfrenta su propia “guerra civil”. El motivo: el rey Carlos III decidió ponerle fin al confort del príncipe caído en desgracia por su vínculo con Jeffrey Epstein.

Según trascendió, el monarca tenía previsto llegar personalmente a la propiedad para comunicarle a su hermano que debía abandonar la casa. Pero los helicópteros de la BBC sobrevolando la zona frenaron la escena. Carlos, agotado tras su viaje al Vaticano, prefirió retirarse. Buckingham temió que el escándalo se volviera incontrolable.

Nadie ignora la fragilidad del rey, quien atraviesa un cáncer que lo obliga a dosificar su energía. Tampoco pasa desapercibido el delicado estado emocional de Andrés, hundido en la depresión desde que su amistad con el magnate pedófilo Epstein le costó su reputación y sus títulos.

“Carlos no quiere dejar a su hermano en la calle”, deslizan fuentes cercanas al palacio. Pero el clima interno se tensó aún más luego de que el monarca fuera abucheado en público por proteger a Andrés. Una señal de que el escándalo no solo daña puertas adentro.

En medio del desconcierto, el príncipe William tomó el control. Como heredero y futuro rey, quiere una monarquía “eficaz, moderna y sin manchas”. Y eso, según él, significa sacar a Andrés del mapa.

El duque de York —ya sin título— habría aceptado irse del Royal Lodge con una condición: mudarse a Frogmore Cottage, la casa que perteneció a Harry y Meghan antes de su exilio californiano. También pidió que su exesposa Sarah pudiera instalarse en Adelaide Cottage, hasta ahora hogar de los príncipes de Gales.

William, en cambio, quiere enviar un mensaje claro: ni privilegios ni segundas oportunidades. “No lo quiere de vecino ni en el espejo retrovisor”, cuentan los cronistas de palacio.

 

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