La cámara “más santa” se subastó por una fortuna
Edición Impresa | 23 de Noviembre de 2025 | 03:16
Una reliquia tecnológica con sello papal hizo estallar una casa de subastas en Viena. La exclusiva cámara Leica M-A que la firma alemana le había regalado al Papa Francisco en 2024 se remató por una cifra que dejó boquiabiertos incluso a los coleccionistas más curtidos: 6,5 millones de euros, cerca de 7,5 millones de dólares. Y, fiel a su estilo, el fallecido pontífice había solicitado que todo ese dinero fuera destinado a obras de caridad.
No se trataba de cualquier cámara: esta pieza única lucía un cuerpo blanco en alusión a la vestimenta papal, detalles dorados, negros y blancos, y varios grabados especiales, entre ellos el lema de Francisco, Miserando atque eligendo (“Lo miró con misericordia y lo eligió”) y el escudo del Vaticano. Un verdadero objeto de culto.
La puja, organizada por Leitz Photographica Auction, empezó en apenas 30.000 euros, pero ese número quedó viejo en cuestión de minutos. La cámara ya había alcanzado los 150.000 euros en la prepuja online —más del doble de su valuación— y cuando empezó el remate presencial, la cosa se descontroló: casi diez minutos de batalla telefónica entre dos compradores anónimos que se peleaban, euro a euro, por quedarse con la joya. El martillazo final fue celebrado con un aplauso cerrado.
La Leica venía acompañada por otro objeto de deseo: un objetivo Noctilux-M 50mm f/1.2, una pieza legendaria que también exhibía un número de serie imposible de ignorar: el 5.000.000, reservado por la marca solo para personalidades de altísimo perfil. Un guiño de colección que terminó de encender la fiebre entre los postores.
El paquete completo parecía salido de una vitrina de museo: acabado en cromo plateado, cubierta blanca especial, base y tapa del flash grabadas con símbolos vaticanos, detalles en dorado y una inscripción en números romanos que deja todo claro: MMXXIV, el año en que Francisco recibió el regalo. Incluso incluía un estuche de presentación diseñado exclusivamente para este equipo.
Una pieza “santa”, única y ahora millonaria, que pasará a manos de un coleccionista desconocido, pero con un destino final muy claro: hacer el bien, como lo pidió el Papa.
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