Padeció bullying, a los 15 se instaló en La Plata y sueña con representar a Argentina en Dubái
Edición Impresa | 23 de Noviembre de 2025 | 03:17
Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Un informe reciente sobre bullying y ciberbullying escolar reflejó que seis de cada 10 estudiantes de sexto grado en Argentina sufrió algún tipo de agresión por parte de sus compañeros, ya sea en el colegio o en redes sociales (ver aparte). Es un flagelo silencioso que erosiona la salud mental de quien lo padece, pudiendo provocar cuadros de ansiedad, depresión, estrés, baja autoestima y un largo etcétera. Más allá de estadísticas o diagnósticos oficiales, cada caso es tan particular como las maneras posibles de buscar salida o refugio.
Isabella López lo sabe bien. Tiene 19 años, estudia Medicina en La Plata, consolidó un buen grupo de amigos y entrena casi a diario para cumplir un sueño: representar al país en el Campeonato Mundial de Natación de Aguas Abiertas OceanMan, en Dubái, para lo cual necesita también de un fuerte apoyo económico, ya que el viaje es autofinanciado (se la puede seguir en Instagram: @lopezisabella_).
Sin embargo, hasta hace cuatro años, la historia de Isabella era bien distinta. A los 15 decidió irse de la ciudad bonaerense de Colón, donde nació y vivía con sus papás, escapando del acoso al que la sometían sus compañeras de colegio.
“Empecé a sufrir bullying en sexto de primaria, a los 12 años, cuando me dieron la bandera. Se empezaron a comparar mucho conmigo, a dejarme de lado”, cuenta Isabella en un mano a mano con EL DIA, recordando que a aquellas chicas “todo les daba bronca. Si la directora iba al curso y pedía mi carpeta; la ropa que me compraba o cualquier cosa que yo tuviera y ellas no”. Y no es que la familia de Isabella tuviera mucho dinero. “Al contrario -aclara-; pero siempre trataron de darme todo lo que pudieron”.
Su mamá Karina Andina es auxiliar docente en un jardín de infantes. Su papá, Sergio López, empleado en un taller de chapa y pintura.
A Isa le quedó grabado a fuego lo que pasó aquella tarde en que una de las chicas la invitó a hacer los deberes a su casa y creyó que buscaba reconciliarse. Estaba feliz. Apenas llegaron, y antes de merendar, la madre de la compañera la atajó diciéndole “ponete a hacer los deberes de mi hija”.
“Hice todo -recuerda Isabella-; cuando llegaba la hora de cenar, mi mamá me fue a buscar y entraron todas las otras chicas para una pijamada: me demostraban con gran maldad que yo estaba afuera del grupo”. Es más, dice, crearon un grupo de WhatsApp para boicotear su fiesta de 15, organizando un faltazo masivo.
UN NUEVO COMIENZO
Cuenta Isabella que las responsables del acoso eran sus compañeras mujeres, las mismas que creyó amigas desde el jardín de infantes. “Ellas venían a mi casa, hasta que empezaron a excluirme del grupo. Quizás cuando era chica también hacían esas cosas y yo no me daba cuenta, pero a partir de los 12 años, sí”, relata.
Para colmo, los directivos de la institución no ayudaban mucho.
A partir de ese momento lo único que quería Isa era cambiar de escuela, sólo que en Colón no resultaba fácil. “Es que yo iba a una pública que era la mejor; además, mi mamá trabajaba en el jardín de infantes (del mismo complejo educativo) y en una escuela privada hubiera tenido que pagar una cuota”, algo muy complicado para el presupuesto familiar. Si bien le quedaban pocos años de secundaria, el final parecía demasiado lejano, de modo que cuando se presentó la oportunidad de alejarse de esa ciudad, la tomó como una salida de escape. La chance se la dio el deporte, ese territorio conocido en el que había encontrado refugio y desafíos que la apartaban del miedo.
Practicó gimnasia artística desde muy pequeña, pero la natación estuvo presente desde siempre: sus padres la metían a la pileta siendo una beba, fue a una colonia especializada en esa disciplina e integró el equipo Los Tibus, en el club Alianza de su ciudad. Sin embargo, admite, en Colón se “sentía estancada. Entrenaba tres veces por semana durante una hora y no me federaban”, aunque podía competir en el lago y en los torneos bonaerenses.
Su mamá logró que le hiciera una prueba un profesor del Parque Olímpico de CABA que entrenaba a jóvenes de la selección, tras lo cual la invitó a formar parte de su equipo. Isabella tenía entonces 15 años, se sentía sola en Capital y Villa Soldati, donde debía entrenar, “es un barrio peligroso”, explica.
La solución llegó a través de un contacto que este mismo profesor hizo con un entrenador del club Estudiantes de La Plata. “Me mudé sin pensarlo”, acota, porque aquí vivían ya sus dos hermanas mayores, Franca y Ornella Andina, con quienes siempre fue muy compañera a pesar de la diferencia de edad. La mayor, de 32 años, es maestra jardinera, y la de 30 estudió psicopedagogía.
“Cuando tuve la oportunidad de entrenar acá de manera más profesional me encantó la idea”, recuerda, por lo cual decidió enfocarse “100 por ciento en el deporte”, generando “una disciplina increíble”. A esto ayudó el hecho de tener que hacerse cargo de su propia rutina a esa edad, ya que sus hermanas trabajaban y tenían tiempos acotados.
Se anotó en el Normal 1 para terminar el secundario, además de encarar el aprendizaje de cosas cotidianas: cocinar, lavar la ropa, identificar las calles, las diagonales y el recorrido de los micros.
“En Colón vivía con mis papás, que me hacían la comida, me llevaban y me traían a donde quisiera ir”, reconoce, pero no se queja, al contrario. Asegura, además, que no tuvo miedo.
“Cuando se me dio esta oportunidad me puse muy contenta. Lo pensé como un nuevo comienzo”; algo así como “una etapa que se cerraba para abrir una nueva”.
AGUAS ABIERTAS
Hasta el año pasado, Isabella entrenaba dos horas diarias de pileta de lunes a sábado, además de la práctica en el gimnasio, rutina que se vio forzada a alterar con su ingreso a Medicina. ¿Por qué esa carrera? “Siempre quise estudiarla, aunque no sé bien por qué; sí me gusta mucho ayudar a los demás y las materias de Naturales”, apunta.
Aunque el tiempo que le demanda el estudio la obligó a modificar los horarios, el entrenamiento continuó a buen ritmo. Tanto, que el 7 de marzo pasado se quedó con el cuarto puesto de la categoría junior (para jóvenes de 15 a 19 años) en el OceanMan Argentina de 5 kilómetros en Embalse, Córdoba.
Después de haber nadado en distintos lagos y lagunas, admite que ésa fue la carrera más desafiante de todas las que tuvo: 24 horas antes “hubo una lluvia torrencial, el agua estaba altísima” y el pronóstico no pintaba bien, pero “el día de la competencia cambió”, recuerda Isabella; “fue más llevadero y había muchísimos participantes de todas las edades”.
La preparación de un nadador de aguas abiertas, aclara, no es muy distinta a la del resto. “Yo hacía fondos para carreras de más metros, sin frenar. Desde que vine a La Plata estoy con este entrenamiento”.
Ahora se mantiene enfocada en poder concretar su sueño de representar a Argentina en Dubái, para lo cual necesita apoyo económico, ya que el viaje es autofinanciado. Los tiempos apremian. Falta menos de un mes y no tiene ningún tipo de ayuda, de ningún club ni entidad pública o privada.
“NO SE QUEDEN CALLADOS”
La historia de Isabella tiene mucho de dolor, pero también de esfuerzo y resiliencia. Es que más allá de haberse sentido hostigada y sola, sin saberlo fue consciente de que el problema no era suyo. Por eso nunca barajó el miedo de que aquí pudiera repetirse el bullying, convencida como estaba de podía encontrar buenos amigos.
“Tengo un grupo de colegio, de la facultad y de natación”, confirma ella, que ante la posibilidad de ofrecerle un mensaje a tantas chicas o chicos que atraviesan situaciones parecidas a la suya “les diría que sientan la confianza de hablarlo con alguien, su mamá, su papá o un amigo, porque al fin y al cabo terminan guardando algo que de lo que no son culpables. Que expresen lo que les pasa, que no se queden callados, porque ellos no están haciendo nada malo”.
Después de que su caso salió publicado, una mujer la contactó por redes sociales para pedirle ayuda con su hija, quien vive un drama parecido al que experimentó Isabella. “Le dije que le dé confianza y que no la presione, porque cuando esté lista va a hablar”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE