Kipchoge: de las tierras altas de Kenia al Olimpo del atletismo mundial

Con 40 años disputó su última competencia, el Maraton de Nueva York. El corredor keniata fue múltiple campeón y un verdadero ejemplo de superación y dedicación

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Eliud Kipchoge nació el 5 de noviembre de 1984 en Kapsisiywa, una pequeña aldea de Nandi, en las tierras altas de Kenia. Es el menor de cuatro hermanos fue criado por su madre, una maestra, tras perder a su padre siendo apenas un niño. Su destino como corredor comenzó de la forma más humilde, recorriendo diariamente tres kilómetros para llegar a la Escuela Secundaria.

El punto de inflexión llegó en 2001, cuando con 16 años conoció a Patrick Sang, medallista olímpico en obstáculos en Barcelona 1992. Lo que comenzó como un pedido de un plan de entrenamiento de dos semanas se convertiría en una relación de por vida.

A los 18 años ya era campeón mundial de 5.000 metros en París 2003, superando a leyendas como Hicham El Guerrouj. Llegaron después el bronce en Atenas 2004 y la plata en Beijing 2008, también en 5.000 metros. Pero su destino estaba en el asfalto de las calles.

 

Kipchoge iniciará una gira que unirá los continentes para colaborar con su fundación

 

En 2013, con 28 años, debutó en el maratón ganando en Hamburgo. Desde entonces, su dominio ha sido absoluto. De todos sus maratones oficiales hasta su retirada: ganó 16 y estableció dos récords mundiales en Berlín: 2:01:39 en 2018 y 2:01:09 en 2022. Este último permaneció como plusmarca hasta que Kelvin Kiptum lo superó en 2023.

Pero si hay un momento que define su grandeza es el 12 de octubre de 2019 en Viena. Ahí, en el proyecto INEOS 1:59, Kipchoge se convirtió en el primer ser humano en romper la barrera de las dos horas en maratón con 1:59:40.

Aunque no fue homologado oficialmente por las ayudas externas, el mundo había sido testigo de algo que muchos consideraban imposible.

Su sabiduría de vida quedó grabada en su lema personal “No human is limited” (“Ningún ser humano tiene límites”). Este mantra, junto con su apodo “El Filósofo”, refleja su visión del maratón como una metáfora de la vida misma.

Casado con Grace Sugutt, una compañera de escuela y vecina de quien se enamoró a los 19 años, Kipchoge es padre de tres hijos. Pese a su fama mundial y fortuna estimada en tres millones de dólares, mantiene una vida austera. Reside en Eldoret, pero pasa la mayor parte del año entrenando en el humilde centro de Kaptagat, compartiendo habitación, cocinando su propia comida y realizando tareas domésticas junto a sus compañeros.

El recorrido de Eliud Kipchoge por el atletismo mundial es épico. Doble campeón olímpico de maratón en Río 2016 y Tokio 2020. Se convirtió en el tercer hombre en la historia en defender un título olímpico en esta prueba, tras el finlandés Hannes Kolehmainen (1920) y el alemán Waldemar Cierpinski (1976-1980).

En los World Marathon Majors acumuló 11 coronas, récord absoluto tanto en categoría masculina como femenina. La de Nueva York 2025 fue el último gran desafío que le faltaba por disputar, convirtiéndose en su última batalla antes de la retirada.

Detrás de los récords y las medallas existe un hombre de hábitos monásticos y filosofía inspiradora. Kipchoge entrena entre 180 y 210 kilómetros semanales, totalizando entre 9.500 y 10.000 kilómetros anuales. Su rutina incluye sesiones en pista los martes, fartleks (juegos de velocidad) los jueves y carreras largas los domingos, siempre acompañado de un equipo de 15 a 20 atletas kenianos que entrenan con él en Kaptagat.

Su disciplina es férrea: duerme 8 horas invariablemente de 21 a 5 de la mañana y bebe religiosamente tres litros de agua al día. Su dieta, según él mismo describe, es “comida normal” basada principalmente en arroz, ugali (una especie de polenta de maíz) y verduras, con cargas de carbohidratos antes de las carreras.

Apasionado por la lectura, devora libros de autoayuda y autobiografías. Su favorito es ‘Who Moved My Cheese?’ (’¿Quién se ha llevado mi queso?’), una obra sobre gestión del cambio que consulta repetidamente. Esta pasión literaria alimenta su apodo ganado por su capacidad de reflexión y las profundas frases que comparte.

Su humildad es legendaria. Colabora activamente con la organización” Zero Malaria”, una causa personal tras haber sufrido la enfermedad que estuvo a punto de truncar su carrera cuando era joven.

La filosofía mental es clave para su éxito. “El atletismo no depende tanto de las piernas, sino del corazón y la mente”, repite constantemente. Practica una especie de meditación Zen durante entrenamientos y carreras, manteniendo una calma que asombra a quienes lo rodean. Incluso sonríe en momentos de dolor extremo, producto de los ritos de iniciación Kalenjin que aprendió de niño a soportar el sufrimiento.

El pasado domingo, tres días antes de cumplir 41 años, Kipchoge. Llegó a la 50º edición de la Maratón de Nueva York no como favorito, sino como leyenda dispuesta a cerrar un ciclo.

Acabó con un tiempo de 2:14:36, con un ritmo medio de 5:20 por kilómetro, en la posición número 17 con prácticamente 41 años.

Kipchoge, por su parte, ya ha anunciado que seguirá corriendo, pero en desafíos extremos como carreras en la Antártida o ultramaratones de 50 kilómetros en Arabia Saudita.

Su legado trasciende los números. Kipchoge transformó el maratón en un espectáculo global, llevando a millones de personas a seguir carreras de fondo, un territorio antes reservado a especialistas. Como él mismo dice: “Quiero ser recordado como el ser humano sin límites”, una frase que resume perfectamente su impacto en el deporte y la inspiración que representa para futuras generaciones.

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Eliud Kipchoge

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